jueves, 31 de diciembre de 2015

Happy New Year,

Nunca me duermo en el tren, suelo ir leyendo o mirando por la ventana. Pero aquel día estaba agotado. La noche anterior me la había pasado escribiéndole a Eloise una carta, quería empezar el año siendo sincero. Me hice varios cafés y puse la canción que tanto le gusta. No sé escribir, no lo hago muy a menudo. Me paso el año metido en un laboratorio y solo hablo de células. Ahora tocaba hablar de ella, de cómo se había colado en mi vida sin avisar, cómo se había convertido en mi distracción favorita. Necesitaba decírselo bien, claramente, sin crear malentendidos y sin resultar cursi. Yo no sé escribir, así que me tiré toda la noche reescribiendo borradores. A veces, yendo al trabajo lograba escribir la carta de manera brillante en mi cabeza y al abrir el ordenador no salía ni una coma. A la mañana siguiente, cogía el tren para celebrar el fin de año con mis padres, así que dejé la carta en su buzón. Sé que a ella un mail no le habría hecho tanta ilusión como una carta. Nada más dejar que se deslizara dentro de su buzón, casi me dejo los dedos intentando recuperarla, pero ya estaba hecho. Ya se lo había dicho todo, o casi todo.

 Me desperté a dos paradas de llegar a mi casa. Ese año no había nevado y eran las primeras navidades que, por trabajo, había pasado en Londres solo con mis tíos. Estaba deseando llegar a Grimsby y pasear por la playa pensando en qué diría Eloise de mi carta. Estaba aterrado en realidad, ella es una mujer muy exigente, escribe mil veces mejor que yo y seguro que mira el buzón todos los días. Cinco días después de Año Nuevo llegó una carta con una caligrafía increíble. Pensé que yo también debía haberle escrito a mano... 

"Querido Robert:

tu carta fue sin duda la mejor forma de empezar el Año Nuevo, me llenaste los ojos de lágrimas de alegría. Me encanta que hicieras esto del correo postal, me hiciste sentir como una protagonista de Jane Austen. Estoy de acuerdo contigo en todo, creo que deberíamos dejarnos de indirectas y cafés con amigos e irnos a cenar algún día los dos solos. Estoy deseando llevarte a un sitio que desccubrí el otro día cerca de Covent Garden. No quiero alargarme mucho porque sé que te llegará la carta casi cuando tengas que volverte a Londres y espero verte en cuanto estés ya aquí. 

Repito que me ha encantado lo de que sea una carta. Sin embargo, si te parece bien, te dejo mi número para que me contestes con una llamada. Soy demasiado impaciente como para esperar otra carta. Siento ser tan víctima de este siglo de nuevas tecnologías. 

Feliz Año, 

Eloise". 

sábado, 26 de diciembre de 2015

it's cold outside

Esperar el autobús en invierno no es mi pasatiempo favorito. Se me había acabado la novela y con el frío que hacía no tenía valor ni para encenderme un cigarrillo. Empecé a memorizar el texto de los estrenos de cine que anunciaba un cartel pegado en la parada. El autobús estaba tardando más de la cuenta. Sabiendo que, por la dichosa ley de Murphy, en cuanto me encendiera el cigarrillo llegaría el bus, me encendí uno. Pero no llegó el bus sino tú. Corriendo y con el abrigo imprudentemente desabrochado para el frío que hacía, me preguntaste: 

-¿Llevas mucho tiempo esperando?
- Siglos. Habrá pasado algo. 
-¿Tienes otro para mí?
- Que conste que te lo doy con la esperanza de que no puedas acabar de fumártelo porque llegue enseguida.
-¡Qué cruel! Pero gracias...
- De nada. 

No me quedaba casi batería en el móvil pero necesitaba mirar si en la página de transportes ponía algo así como "huelga de conductores para fastidiarle las vacaciones", "llegue a casa para cenar en Navidad como mejor se le ocurra" o mejor: "fúmese otro, llegará enseguida".

-En la página esa no ponen más que los horarios, no creo que digan nada de nuestro bus. 
- Genial. ¿No te espera nadie para cenar?
-Claro que sí, por eso venía corriendo. 
- Y si no llega nunca, ¿cómo piensas llegar a tu casa?
-Andando...
- ¿Andando? Pero, ¿dónde vives?
- Cerca de West Ham, a 1 hora de aquí andando. 
-Yo voy hacia allí, cerca del estadio. ¿Pero de verdad vas a ir andando?¿Con el frío que hace? 
-Si vienes tú sí.
-¿Te estás quedando conmigo?
-No me malinterpretes... Hacemos una cosa. Tú quieres ir andando pero no te atreves a hacerlo sola, right? Yo voy a ir de todas formas pero no me quedan cigarrillos, right? Yo pongo la compañía y tú el tabaco. ¿Te parece justo?
- Lo que no me parece justo es que mi hermana haya preparado su primera cena de Navidad y yo vaya a llegar tarde o no llegar. Así que vamos. Pero solo te voy a dar tres, tres máximo. Right?

Estuvimos andando y hablando, como dos perfectos desconocidos que éramos, me enteré de que trabajabas en mi empresa pero no conseguí averiguar si nos habíamos cruzado alguna vez. De repente media hora después...

-Creo que sería más civilizado pedir un taxi.
-¿Perdón? 
- No es que no se me haya ocurrido antes, pero prefería ir andando con la borde del departamento de diseño antes que invitarla a un taxi y perder la oportunidad de contarles a todos el 26 que no eres tan arpía como todos se creen..
-¿Esto era una apuesta?
-Of course, yo siempre vuelvo en metro. Odio el autobús. 
-Eres idiota. Pero de los de concurso. Me alegro que toda la empresa vaya a saber que no soy una bruja, seguro que dejarán de tomarme en serio. Gracias, Will.

Pedimos un taxi y fuimos en silencio hasta la casa de mi hermana. 

-Si cenas conmigo el 26 no le contaré a nadie que eres un encanto.
- Ok. Lo hago por conservar mi reputación, y yo diré dónde cenamos. 
-Perfecto, ya tengo tu número. 
-¿Cómo? 
- Acabas de llamarme porque no encontrábamos mi teléfono, ¿te acuerdas?
- Whatever... Merry Christmas Will. 
-Merry Christmas, Amanda. 

C'était un je sais pas quoi

Mi cabeza da vueltas desde por la mañana hasta que me acuesto. Supongo que nadie se da cuenta, pero yo pienso en mil cosas. No puedo ver una película sin hacerme mil preguntas, o leer un libro sin replantearme mi existencia. A veces es un auténtico calvario. Pero el otro día, por unas horas, volví a ser yo. Sonreía porque no podía evitarlo;  fue hablando contigo. Te vi y me quedé tranquila, nos presentamos y ya estábamos hablando. Me gustó ver que dentro de todos los comecocos que mi cerebro se ha montado últimamente, sigue estando la verdadera yo. No me atrevo a transcribir una a una las cosas que nos contamos pero las recuerdo con claridad. Recuerdo el color de tus ojos y la forma de tu sonrisa. El tono de tu voz va borrándose poco a poco pero sigue siendo tranquilo e interesante. Supongo que tú estabas tan normal, pero yo me sentí con ganas de decir eso de 'you made my day'. Habría seguido hablando toda la noche, pero a vosotros no hay quien os entienda y no supe por dónde seguir. 

Desapareciste. Sin embargo, yo he vuelto a soñar. 


Gracias por nada. 

viernes, 11 de diciembre de 2015

Friendly kind of freak

Los viernes por la tarde no corrijo exámenes ni preparo clases. Los viernes ordeno el piso. Me centro en la cocina y la dejo como para que la hagan fotos. Mi cuarto y toda la ropa acumulada durante la semana. Los papeles de los dos mil seminarios de la uni a los que quiero ir pero que nunca tengo tiempo. Luego pongo una lavadora y mientras intento llamar a mi madre, que nunca puede hablar, porque está conduciendo o lo que sea y termino hablando con mi hermana que me cuenta del instituto y de lo tontas que son las niñas de su clase. Le cuento que aquí en Berlín los institutos deben ser muy distintos. Cuando termina la lavadora, la tiendo, sabiendo que no se secará hasta quizá mañana por la tarde. Me hago un té, con poca azúcar, y si queda del bizcocho que me hice el domingo pasado, pues con bizcocho de zanahoria. Me gusta sentarme a leer en el salón, mientras escucho el ruido de la calle. Mi cuarto ya está. La cocina y el salón también. El cuarto de baño le toca o a Tilman o a Agatha, ya no me acuerdo a quién le toca los viernes. Agatha suele llegar sobre las 6h30 con un plan maravilloso que me salva de mi rutina y acabamos en cualquier mercadillo clandestino o en un concierto de mierda. Pero es un buen plan, porque la gente es lo que importa. A casi todos mis amigos los he conocido en clases de la uni en las que me cuelo, en la presentación de un libro en la librería española de Neuköln o en conciertos en algún garito de Kreuzberg. Agatha me ha enseñado un Berlín que no conocía y hace que me olvide de los exámenes de mis niños, de que en Madrid hace mejor tiempo, de que sigo soltera y de que era ella quién tenía que haber hecho el baño, porque los viernes le toca a ella. 


I wanna be as cool as Berlin
I wanna be future with a history
Out of tune but in my melody
Je m'en fous, but very trendy

domingo, 29 de noviembre de 2015

Inevitable delirio

¿Y por qué iba a mentir? Te echo de menos. Como a nadie. Te echo muchísimo de menos y ni siquiera te lo puedo decir. No sé que es peor, el no poder decírtelo o el querer. 

¿Por qué soy así? Contradictoria y loca. ¿Cómo puedo estar aquí llorando como una imbécil porque quiero contarte todo lo que me está pasando? Porque quiero que me repitas que todo va a salir bien. Porque de repente quiero volver a contar contigo. Quizá es que soy una caprichosa, o que no sé lo que quiero. O que mi memoria prefiere no acordarse de las lágrimas de tristeza que llenaban mis noches durante la última primavera que pasamos juntos. Mi memoria prefiere torturarme con el recuerdo de tu compañía, con nuestros bailes, con nuestra canción, con tus iniciales rondándome la cabeza. Me hace escuchar tu voz en la boca de otros que hablan tu idioma. Le gusta que siga derramando lágrimas durante el invierno. Ella prefiere recordarme lo feliz que fui, me hace recordar el olor de tu ropa, y el sabor de tus besos. Es una maldita que está consiguiendo volverme loca. Ya no me deja ni soñar. Quiero que lo sepas. Te echo de menos. 





Espero que tú también. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

An 'opening horizons' story

     No era la primera vez que salía de casa, pero esta vez era la definitiva. Estuve un año estudiando en Boston pero entonces, sabía que tras los nueve meses del curso volvería a casa. Recuerdo estar haciendo la maleta y mirar la lista que había hecho para no olvidarme nada. Soy la típica que sin listas no se aclara, necesito hacer check en todos los puntos para salir tranquila. Mabel estaba haciendo la maleta conmigo, como siempre, nos íbamos juntas. Antes de subir al carro, mamá me agarró fuerte y me dio una carta en la que escribió qué tanto me amaba. Ella no hizo más que la escuela primaria. Es mi heroína. Mis padres llegaron de México en 1970, yo y mi hermana gemela nacimos en California, la sexta y séptima de mi familia. Veinte años después, nos habían aceptado en la universidad de Berkeley. 

Ya tenía la maleta, los papeles y el corazón lleno de emociones. Quería abrir mis horizontes y lo estaba consiguiendo. Fuimos manejando todo el camino hasta Berkeley. Al llegar a San Francisco, aparcamos en el distrito de Marina, para comer algo y descansar. Me quedé mirando hacía la bahía y pensé en todo lo que viviría a partir de ese momento. 

El primer año, vivimos en una de las residencias que facilita el colegio. Al siguiente curso teníamos una habitación en una de las casas del campus. Yo trabajaba todos los días para ir pagando poco a poco el colegio y ahorrar para el futuro. 

La primera vez que le vi, llegaba de la compra con un montón de bolsas. En la casa todos teníamos una tarea, él se ocupaba de la cocina y de que hubiera comida en la nevera. Me puse a ayudarlo y hablamos. Era de familia argentina y tenía un nombre alemán. Él se graduaba ese año y su novia también. En cuanto supe que estaba con alguien guardé las distancias, no quería estropear nada, no soy así. Se enteró de que me gustaba, porque él es así, lo sabe siempre todo, y un día cualquiera llamó a la puerta de mi habitación; yo estaba hablando con mi hermana gemela.

-¿Cuál de las dos es María?
-Yo, ¿qué pasa?
-¿Te vienes a dar un paseo conmigo?
- ¿Dónde está Gina?

Gina era su novia, unos meses antes habían estado peleando en la cocina.

-No lo sé, ¿vienes?

Desde aquel paseo, todo empezó. Al año siguiente yo me iba a Francia y él empezó a trabajar en una ciudad un poco más al sur de San Francisco, pensé que era el final de nuestros paseos. Pero a los cuatro meses se presentó en Burdeos con su maleta y ganas de recorrer Europa conmigo. Rentamos un carro y fuimos a Italia, al sur de Francia y a Suiza. Estuvimos en sitios maravillosos y empecé a darme cuenta de que quería pasar toda mi vida así, juntos. Cuando me gradué nos mudamos a Saratoga y estuvimos viviendo allí unos años. Después, nos instalamos en el distrito de Marina, desde donde yo diez años antes observaba la ciudad de Berkeley preguntándome qué sería de mi vida. 

Hoy, veinticuatro años después, miro a mis tres hijas y pienso que hice bien en querer abrir mis horizontes, en darle a la vida otra vuelta, en atreverme a vivir. No puedo estar más agradecida por aquel primer paseo, por aquellos primeros meses en Berkeley, por los viajes que hemos podido hacer juntos, por todo lo que nos queda por vivir. 



A una muy buena amiga. 

Little things

- Yo soy persona de calles estrechas, de conciertos en la calle. Soy más de salir a tomar un café después de una fructífera exposición de fotografía, soy persona de museos. Me gusta más oler la lluvia sobre el asfalto que sobre la hierba, me gustan los pasos de cebra y las luces de los carteles del cine. No sé qué es, supongo que soy más de ciudad que de campo. Prefiero el ruido que el silencio, necesito sentir que la vida sigue, no que está parada. Necesito hablar y conocer a gente nueva, necesito descubrir. Mirar por la ventana y no ver más que dos colibrís y una ardilla cargándose el jardín mientras el perro intenta cazarla, pues, qué quieres que te diga, no me inspira mucho. Prefiero coger el metro a las diez de la noche, pedir vino blanco con pizza y descubrir un grupo desconocido que toca el próximo viernes en el bar de la esquina.
-Entiendo... 
-No quiere decir que no me guste el campo. Respirar y no oír más que el ruido de las hojas meciéndose con el viento. Daría lo que fuera por vivir a media hora de la playa y poder sentarme a ver las olas desaparecer en la espuma del mar todos los días.
-Eso en San Francisco lo puedes hacer, con vino blanco y pizza después de un concierto en la calle. 
-Ya lo sé, es lo que estamos haciendo ahora, bobo. Ojalá vivir aquí. Pero, ¿me entiendes? A mí si me mandas a Montana, me has matado.
-Ja ja ja, sí, te entiendo. 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Crispy introspection

-¿Sabes que es lo que más echaba de menos al principio?

Estábamos en el In-n-Out devorando una hamburguesa. La luz entraba por la ventana que estaba justo detrás de ella. Quería sacarle una foto, pero no quería interrumpirla. 

-¿El qué?
-La libertad. Quiero decir, la independencia. La libertad de movimiento que puedes tener en cualquier gran ciudad de Europa, aquí no existe. ¿Te acuerdas de Berlín? Allí nos movimos todo el rato en bici... 
-Ya...Tienes ketchup en la nariz. Pero bueno, aquí, en cuanto tienes un coche puedes ir a cualquier sitio. 
-Claro, si tienes un coche. Es un rollo. Yo me acuerdo que para ir a la uni las primeras veces tuve que arreglármelas con el Caltrain y un par de buses cutrísimos. Es una vergüenza. Un poquito de consideración por los pobres que no tienen dinero para pagar la gasolina. 
-¿Me dejas hacerte una foto? Estás guapísima. 
-Eres bobo, pero como quieras, me encanta que me hagas fotos. 
-No, pues nada, no te la hago. 
-¡Que sí! te quiero bobón, me encantan tus fotos. Porfi, ahora quiero que me la hagas, de verdad. 

La verdad es que le habría hecho una foto todos los días. Siempre ríendose de todo y sin darse cuenta de la luz que proyecta su sonrisa. Recuerdo la primera vez que la vi. Estábamos en una conferencia en el edificio de Old Union, en el tercer piso. Llevaba una camisa azul, todas sus camisas son azules. Tenía el pelo largo y castaño, llevaba los labios pintados, siempre los lleva pintados. Yo no me atreví a hablarle aquella primera vez. Ella se reía y dirigía la conversación, hacía bromas sobre todo el mundo y justo después pedía perdón por si acaso alguien se había ofendido. 

-Que, ¿ya has hecho la foto?
-¿Eh?
-Andrew, ¿en qué estás pensando?
-En la vez aquella que bromeaste con que algún día llegaría a la luna. En Old Union, y yo traté de preguntarte algo en español. 
- Aquella vez fue la primera vez que hablamos, me acuerdo perfectamente. Yo estaba echa un lío en mi cabeza y no sabía qué sentir. ¿Has hecho la foto?
-No, no, espera... Ya, ya está. Estás guapísima. 
- Tú también. 
-¿No sabías qué sentir?
-Sí, no sabía que sentir, ya te lo he contado mil veces. Todo me daba vértigo, ya no creía en nada. Y de repente, ahí estabas tú, todo lo que jamás habría imaginado. ¿Ibas en chanclas, o soy yo que lo exagero todo?
-Ja ja ja, sí, iba en chanclas y con una camisa morada, con letras. 
-Sí, horrorosa, me acuerdo. Pues eso, me salvaste la vida, ya lo sabes. ¿Te vas a terminar las patatas? Creo que la peli empezaba a y veinte, ¿no, marido?
-No tengo ni idea, mujer, pero vamos. 
-Ja ja ja... Me como tus patatas entonces. 
- Sí, si, corre, pero vamos. 

Ella sí que me ha salvado la vida. 

jueves, 29 de octubre de 2015

Runaway

No sabes lo que hiciste. No tienes ni idea de como lo dejaste todo, desordenado, roto. Tengo que estar todos los días dedicándome a ello para que vuelva a estar como estaba. Nunca fuiste consciente del caos que impusiste. No sabes lo que hiciste. Entrar así, casi sin llamar y vendándome los ojos. Te creí y te di mi tiempo y mi cariño. Te confié mis secretos, mi vida. Inconscientemente los tiraste a la basura y empezaste a extender tu confusión. Empezamos a encerrarnos en tu universo; sin dejarme salir. Me dejaste sin respiración y aún ahora hay días que me ahogo recordándolo. Sin embargo, como soy idiota, te echo de menos. Y solo acordarme de la primera vez que me dijiste cuanto me querías, me hace llorar. Sigo estancada en tu sonrisa y en tu recuerdo. Me gustaría tomarme ese café contigo y llamarte de vez en cuando. 

Sé que hice lo que los dos necesitábamos, pero ya sabes cómo soy, nostálgico-compulsiva, me gusta pensar en ti, aunque duela. 

domingo, 25 de octubre de 2015

Daydreamer

Creo que tenía 13 años cuando, paseando por las oscuras calles de Montpellier, soñé que viajaría por todo el mundo. La Ópera coronaba una hermosa plaza de la ciudad y los borrachos poblaban sus parques. Estábamos esperando el tranvía y todo el mundo hablaba francés. Creo que entonces soñé que iría a una universidad extranjera, que aprendería francés y que me casaría con alguien de otro país. Soñé todo eso en el poco tiempo que tardó el tranvía en llegar. Cuando soñaba ese tipo de cosas, que aún sigo soñando, mi corazón latía más fuerte y más rápido, una enorme sonrisa se dibujaba en mi rostro y quizá dos lágrimas caían sobre mis pómulos. Sí, siempre he sido feliz soñando, y gracias a Dios, he cumplido muchos de mis sueños. 

Recuerdo subirme al tranvía y ver como un joven no alcanzaba a entrar y pensar, ¡cuántos tranvías perderé yo viajando por el mundo!

viernes, 23 de octubre de 2015

Read together

Desde hace tres meses paso todas las mañanas en el hospital, leyendo en voz alta el periódico. 

*     *    *

Conocí a Enrique de casualidad un día en la biblioteca, estaba leyendo mi New York Times, el único ejemplar que traen cada mañana. Acababa de jubilarme y es lo que hacía todas las mañanas, leer el periódico. Normalmente no había nadie más que lo quisiera, por lo menos a las 10:30, cuando yo iba a la biblioteca. 

Mi mujer solía dejarme allí después de que desayunáramos en Peet's, ella té y yo café. Teníamos 67 años y toda una vida por detrás, y otra por delante , como le gusta decir a ella. Ese día mi plan se había desencajado, alguien había llegado antes que yo. Me coloqué delante de él, como un niño que espera que se libere el único columpio del parque. 

-May I help you?

Preguntó Enrique con un fuerte acento hispano. 

-No sir, I was just waiting, I wanna read it too. I mean, I use to read it everyday at this time but today I can't, so I have to wait. 

- Oh, I see...Then we can read it together, there're crazy things going on in Iraq, ya know. 
Era una proposición de lo más inesperada. ¿Leerlo juntos? Me senté a su lado, estaba
 leyendo la columna de una chica que estaba en Bagdad que iba contando todos los días el conflicto. Me impresionó que hubiera alguien más interesado por lo que estaba pasando al otro lado del océano en mi ciudad. Desde los tiempos de la universidad solo hablaba de ello con Serena, mi mujer. A partir de aquella vez, Serena me despedía en la biblioteca y yo iba, casi corriendo, a la sala de lectura donde Enrique me esperaba, a veces con un par de quesadillas, leyendo el periódico. 
Enrique nació en Ciudad de México hace 75 años, llegó a California en 1988 con su mujer y sus cuatro hijos. Había estudiado en la universidad y era profesor de ciencias. Encontró pronto un trabajo como profesor en mi ciudad, su inglés es bueno, aunque nunca se ha esforzado en esconder su acento mexicano. En los diez años que llevamos siendo amigos, Serena y yo ya hemos ido cinco veces a México, nos lo sabemos casi de memoria. 

Enrique perdió a su mujer hace cinco años, tres de sus hijos viven en San Diego, y el más pequeño está trabajando en Chicago, pero le visitan muy a menudo. Desde hace dos o tres años, ya no me acuerdo, está viviendo en casa, con nosotros. Es un muy buen amigo, nunca le estaré suficientemente agradecido al New York Times. 
Ahora Enrique vive en el hospital, lleva tres meses luchando contra una enfermedad que tiene un nombre muy raro, pero nunca pierde su buen humor.
Seguimos leyendo el periódico todas las mañanas. 



martes, 20 de octubre de 2015

Every road had a rainbow

Las playas en California, a principios de octubre, están para no bañarse. Hoy la playa está llena de niños y perros, y veo a algún valiente que se ha echado, tabla en mano, a cazar alguna ola surfeable. Estoy mojándome los pies, a las orillas de la bahía, pensando en todo lo que he echado de menos, todo lo que he dejado de vivir. Las olas llegan suaves y frías. No deja de repetirse esa canción de Tony Benett en mi cabeza. Las risas de los niños me dan la vida. Recuerdo cómo James y yo, de jóvenes, paseábamos por la orilla recogiendo conchas y jugando a predecir el próximo terremoto. Siempre quisimos vivir uno juntos. La última vez que ocurrió, yo estaba haciendo una entrevista en Santa Clara y él se había quedado con los niños en casa. Me hizo prometer que el próximo lo viviríamos juntos. Jamás pudimos. Otro desastre se lo llevó antes de que pudiéramos. Pero yo sigo bajando todos los sábados a recoger conchas de la orilla mientras espero a que llegue mi hija con los niños, Edith es la única que se ha quedado a vivir cerca de la ciudad. 

La letra de I left my heart in San Francisco, se repite en mi subconsciente. Es 4 de octubre, hace muchos años, James me sacó a bailar en una fiesta al ritmo de esa canción; a la vuelta, en su coche me dijo cuánto me quería y yo le dije que sí. James tenía la capacidad de hacer de cada problema una broma y de sacarme de quicio cada día con algo diferente. Pero jamás quise a nadie como le quise a él. Supo soportarme durante tantos años, que si lo pienso lloro y le recuerdo sentado a mi lado canturreando cualquier canción. Debe estar allá arriba riéndose a carcajadas al oír esto, pero es verdad. Hoy agradezco todo aquella noche: la música, sus palabras y mi sí. 

En cambio ahora, bailo sola con las olas. Edith estará a punto de llegar. James siempre dijo que era la más independiente que nos dejaría abandonados por alguno de sus viajes a la primera de cambio, pero es la única que me llama todos los días y sigue confiando en mí como lo hizo siempre. James no tenía mucha intuición algunas veces, otras, en cambio, daba en el clavo; como cuando dijo que jamás sabría encajar la vida si le echaba de menos todos los días. Sin embargo, no lo hago, cada rincón de San Francisco guarda el recuerdo de un beso de James que consigue sacarme una sonrisa. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Long ago

He vuelto a releer mis primeros artículos. Me ha dolido ver que antes escribía mejor, o quizá es que tenía más tiempo para leer, o que escuchaba otra música. No sé, pero me he sentido orgullosa de ver todo lo que pensé y pude poner por escrito. Me arrepiento de no sacar un ratito todos los días para poner en papel lo que me ronda la cabeza. Esto no es más que una excusa, un justificante de mi silencio. A partir de ahora todo va a cambiar, prometo volver a escuchar a Priscilla Ahn y dejarme inspirar por las historias de amor de otros, quizá volver a imaginar la mía. Desde que vivo en San Francisco los días están tan llenos de cosas, de ruido y de colores que no queda apenas espacio en blanco. Pero como digo, esto no son más que excusas, en el Golden Gate hay más de 100 historias que contar y pienso llevarme yo la exclusiva. 

jueves, 8 de octubre de 2015

La verdad

Es verdad que los días sin ella no son lo mismo. A veces siento la necesidad de coger el móvil y marcar su número, pero gracias a Dios, me resisto. Es verdad que las calles de Berna no son las mismas sin su risa, sin sus bromas, sin los comentarios que solía hacer de todo. Es verdad que ella siempre estaba ahí, para mí, como nunca nadie había estado. Cada vez que me hago un sándwich recuerdo sus macarrones boloñesa y se me hace un nudo en el estómago. Teníamos una vida juntos, teníamos todos los ingredientes pero yo me pasé de tiempo en el horno y se nos quemó el bizcocho. Es verdad que la quiero, y sé que ella también. Es verdad que la verdad da paz, como la que nos inundó aquella tarde en Madrid. Es verdad que ahora las mañanas no tienen el mismo sentido y que por la noche no tengo con quién hablar. Pero todo está mejor así, o por lo menos es lo que necesito creer, que todo está bien así. Ella ya no era la misma, por todo lo que había pasado. 

La verdad es que ahora sé que es feliz. 

jueves, 1 de octubre de 2015

Life blows

Era una imagen de lo más clásica. Mi café empezaba a enfriarse y la lluvia golpeaba las ventanas. Cuando llueve en Uagadugú, llueve de verdad. Estaba intentando escribir un artículo sobre lo que estaba pasando, pero las palabras no salían. Solo pensaba en ti, en tu mirada, en la gente del aeropuerto. Tenía que entregar el artículo esa noche, y no sabía qué poner. ¿Iba a estar así toda la vida?

" Le coup d'état
  Uagadugú
 Alana Larson

Tus ojos clavados en mi subconsciente no me dejan escribir, ¿sabes? Tengo el olor de tus manos en la memoria y ni siquiera estoy disfrutando del café que me he comprado. Es tan difícil hacerlo todo, ceder y confiar. No quiero sufrir más. Así que déjame contar lo del golpe de estado, déjame hablar de las revueltas que forman parte de mi día a día. Sal de mi cabeza, deja de hablar, porque me lo juego todo."

Nada, no salía nada más que eso. Era una gran oportunidad. El New York Times no manda a una novata por el mundo todos los días. Siempre había querido pisar el continente africano, y el hecho de poder hacerlo como reportera, era mi sueño. Pero no dejaba de pensar en lo que me dijiste, en que amar es atreverse, es decir que sí y que no, pero el sí siempre resulta ser más grande. No dejaba de imaginarme rodeada de mis niños, con tu mirada a mi lado. Tenía que enviar el artículo esa noche.

Cogí el teléfono y marqué tu número, no sé ni qué hora era en Seattle, no lo pensé. 

-¿Sí?
-¿Tommy?
-Sí, ¿quién eres? ¿Son las 3 de la mañana?
-Ya lo sé, soy Alana. Puedes repetirme lo que me dijiste en el aeropuerto. No consigo escribir el maldito artículo porque no consigo acordarme de lo que me dijiste y me está torturando y necesito entregar ya esto, ¿sabes? Me la estás jugando Tommy, necesito este artículo en menos de tres horas y no sale nada...
-Alana, cálmate. Te quiero, eso fue lo que te dije. Te quiero, te quiero y sé que tú también. Así que escribe ese maldito artículo y vuelve a Seattle. 
-Gracias. ¿Me dejarás viajar siempre?
-Claro, no tengo que dejarte yo, es tu vida, cielo. Espero que no te manden a ninguna guerra y que te quieras casar conmigo un día de estos. Es todo. Así que siéntate y escribe eso.
-Gracias Tommy, siento haberte despertado. Lo segundo espero que me lo repitas en condiciones al llegar a Seattle, vuelvo mañana. Creía que estaba hecha para esto, pero necesito estar en casa, contigo.
-Yo creo que vas a ser la mejor reportera del New York Times, no digas que no estás hecha para eso. Ese trabajo lo inventaron para ti. ¡Estás en Burkina Faso, mi amor! 
-Ya, es muy fuerte. Soy idiota, y te quiero, te quiero y quiero decirte que sí siempre. ¿Vale? Nos vemos mañana. Creo que ya sé como empezar el artículo. Duerme, te quiero. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

C'était ton sourire

Conocí a Vani en el verano del 86 en Nueva Delhi. Desde entonces hemos vivido en tres países diferentes y todo ha cambiado mucho. 

Mis padres llevaban tiempo intentando que nos conociéramos y en cuanto terminé mis exámenes volé a casa. Ellos se enamoraron y pudieron casarse, cosa que en la India no pasa muy a menudo, y menos en su época. A pesar de la romántica historia de nuestros padres, mi hermana y yo, sabíamos con quién íbamos a casarnos desde los 16 años. Yo tenía 24 cuando vi por primera vez a Vani Kuralimi. Fuimos cenar al único restaurante que yo había visitado por allí, mi familia es del sur de la India y solo había viajado un par de veces a la capital. Desde que vivía en Inglaterra estaba bastante desconectado de la vida en mi país. Me dio vergüenza comprobar, años después, que el restaurante que elegí para empezar a conocernos, es uno de los más baratos que hay en la ciudad. 

Vani es y era una mujer sonriente y muy hermosa. Esa primera vez, llevaba un sari naranja con adornos en rosa oscuro, se había echado todo el perfume que habría en su casa y no dejaba de mirar al suelo.

-¿Por qué no me miras? ¿Tan feo soy?
- No, Shauri, es que no sé qué decir, y si te miro me entra la risa. Estoy muy nerviosa, ¿sabes?
- Si, ya lo noto.

Había estudiado ingeniería industrial en la Universidad de Delhi, era una chica inteligente. Cuando nos casamos, le costó mucho adaptarse a la vida en Conventry. Decía que había demasiado silencio, demasiado orden, que ella necesitaba sentir y oler, y que los supermercados vendían todo empaquetado de forma que nada no podía olerse antes de comprarlo. Veía que no podía relacionarse con las otras mujeres sin salir del círculo de la comunidad hindú que yo conocía. Así que se inscribió en un máster en ingeniería, era valiente. Su inglés era bueno y tenía ganas de aprender. Al año de casarnos tuvimos a Naisha, una revolución hecha princesa, con ella no dejamos de aprender. Volvimos unos años a la India porque yo había encontrar trabajo, y Vani lo necesitaba, solo por 3 años. Después tuvimos que volver a Inglaterra y nació Akshay, un pequeño terremoto. Estuvimos unos años viviendo con la hermana de Vani que pudo viajar a Londres a estudiar, sola, sin marido; todo estaba cambiando mucho. Pero la sonrisa de Vani siempre estaba ahí. 

Desde hace cinco años vivimos en San José, en California y casi toda nuestra familia vive ahora en Estado Unidos. Ayer volvimos de Philadelphia porque el padre de Vani murió hace seis meses y celebramos su entrada en la nueva vida. En el avión de vuelta, Vani empezó a hablar con una chica, porque a ella le gusta hablar con todo el mundo. Empezó a contarle nuestra historia, como nuestros hijos solo hablan inglés y no conseguimos que aprendan nuestra lengua nativa, y se reía todo el rato al contar las anécdotas de cuando eran bebés. Entonces, solo oír su risa volvió a trasladarme a ese restaurante barato de Nueva Delhi, donde supe que sería la risa que me acompañaría toda la vida. 

Long life to Life.

Intentar encontrar la palabra adecuada, mientras un montón de niñas juegan a tu alrededor no es lo que siempre había soñado. Estar sentada en el suelo con el portátil, cubierta de colores y papeles, café en mano y viendo cómo pasan las horas mientras yo sigo sin terminar lo que tengo que hacer, no es lo que había planeado. Ser la asistente creativa de una pequeña empresa sí era mi sueño, pero no empezar a serlo a los 21 años. 

-¡Mami! Ya hemos terminado. Ha sido súper guay.

Ramona ha salido de clase de ballet, a ella tampoco la esperaba. Es la mayor aventura de mi vida. 

-Hemos empezado a ensayar la función de Navidad y creo que voy a estar de las primeras, no todo el baile pero la mayoría. ¿Tienes merienda?

-Si gordita, he traído zumo y un bocadillo. 

Tiene 3 años. Y llegó sin avisar, siempre lo que viene así, sin haberlo planeado es lo mejor que te puede pasar en la vida. Tenía 19 años cuando me enteré de que estaba esperando a Ramona, empecé a llorar y a sentir mucho miedo, por todo. Andar por la calle me producía vértigo, nada iba como lo había planeado. Sin embargo, desde entonces me di cuenta de que no era lo único que no había planeado. No planeé que mis padres no fueran a estar apoyándome desde el principio; que mis hermanos no hicieran más que ayudarme con todo. Todo. No esperaba que Mindy dejara de hablarme cuando se lo dije. No pensé que fuera a estar más guapa y más feliz a cada día que pasaba. Todo eso no lo planeé pero claramente era mejor.

Recuerdo coger el coche y conducir sin parar hasta la casa de Dan con la cara llena de lágrimas, me sentía la más idiota y la más desgraciada. Al verme llegar, salió al porche y me dio un beso. Me abrazó fuerte y me pidió perdón, sonrió y me volvió a abrazar. Estuvimos así un buen rato; tres meses después, nos casamos. Eso tampoco lo había planeado. Pudimos mudarnos a Arizona y rehacer nuestra vida, y con Ramona somos felices. Mi madre me llamó el otro día después de 3 años y fue emocionante. La vida llega así, llena de sorpresas.

Yo era una chica de Alaska, acostumbrada a tenerlo todo de mi parte, a vivir tranquila donde la vida me había puesto, a vivir el momento. Nunca me planteé un compromiso a largo plazo, estaba saliendo con Dan porque estábamos bien juntos, no pensamos en Ramona. Pero Él sí, y nos la mandó en el mejor momento. 

Deja que la vida te sorprenda y cuando llame a la puerta, déjala entrar. 

martes, 8 de septiembre de 2015

Life's beauty

El otro día saliendo de una reunión me colocaron la típica revista que nadie lee, la que redactan los becarios a final de curso. La guardé sin querer en el bolso. Luego, volviendo en el tram, la abrí, era lo único que me apetecía leer, algo fácil, me dolía la cabeza.  Uno de los becarios te había hecho una entrevista. Eras el mismo de siempre, a la derecha había una foto tuya en el último encuentro de la comisión; estás tan guapo como siempre. Los 50 te sientan bien, Gregor. Acabé entre risas y lágrimas de leer la entrevista. Y pensar lo que tú y yo pudimos haber sido...

Cerré la revista y la dejé encima del asiento de al lado. Desde Nations hasta mi casa hay un buen viaje, así que me puse a mirar por la ventana. Al rato, alguien se sentó a mi lado y cogió la revista. La abrió por la página de tu foto y miré la cara que ponía, esperaba un gesto de admiración. Sin embargo, te vi a ti, sonriendo como un niño pequeño que ha ganado el concurso de pintura del pueblo. 

-¿Gregor?
-¿Erin? 

Estabas vestido de traje, y llevabas el pelo más corto que antes.

-¿Qué tal? ¿Qué haces? ¿No sabía que vivías en Ginebra?
-Es el mejor lugar del mundo para vivir... Me asombra que no lo sepas. 
- Sabes, no has cambiado, nada. 
-¡Venga ya! ¡Tengo un montón de canas Gregor!
-Eso es solo sabiduría. 
-Bobo.
-¿Y que estás haciendo aquí? ¿No te quedaste en Australia? Pensé que te quedarías allí para siempre. 
-Australia duró poco al final. Hace cinco años conseguí una plaza en la OIT y allí sigo. A ti no te lo pregunto, ya lo he leído...
-¡Ah, claro! La entrevista... Menudos... ¿Era tuya? 
-Sí, pero vamos, que la iba a dejar ahí mismo. 

Dos paradas más y estábamos en mi casa. 

-Dime Erin, ¿te casaste?
-No, no me casé. Tuve un novio después, pero no quería casarse, ¿tú?
-Tampoco. No volví a tener novia. ¿Tienes tiempo ahora? 
-¿Para qué?
-No sé, un café, un capuccino de los nuestros. ¿O ya no tomas café? A mí el médico me lo quiere prohibir. Le he dicho que lo siento mucho, pero que mi organismo se alimenta de la misma cantidad de café que de agua...
-Jajaja, claro que tengo tiempo para un café. 

"Y quizá también para casarme..." 

sábado, 5 de septiembre de 2015

Una clase

Era lunes, creo, la verdad es que no estoy segura. Era 9 de septiembre, de eso si me acuerdo. Tenía la ropa preparada desde hacía dos semanas casi, estaba colgada en mi armario. Me fallaron los zapatos porque no llovía, hacía un sol espléndido. Yo había preparado mis botas favoritas y tuve que ponerme las sandalias viejas del verano. 

Llegué una hora antes que ellos y lo preparé todo. Estaban los libros en su sitio y las mesas como yo quería que estuvieran. Subí las persianas y abrí las ventanas para ventilar. Cogí mi carpeta y repartí sobre los pupitres las hojas que les había preparado. Me senté, ya no sabía qué hacer. 

- ¿Jenna?

Se había asomado Theresa, la profesora de francés. Me sabía el nombre de todos mis compañeros. Gracias a Dios, no conocía a ninguno. 

-Si, dime. 
- Soy Theresa, soy la profesora de francés. Tengo tres horas con tus niños todas las semanas. ¿Qué tal estás?

Estaba aterrada, la verdad. Ella llevaba ocho años en la escuela y parecía super tranquila. ¿Tres horas con mis niños? Los de mis niños fue lo que más me gustó. 

-Bueno, estoy... ¿cómo decirlo? ¿Expectante? 
- Es normal que estés nerviosa. Pero todo va a salir bien. 

Se fue silbando hacia la puerta y canturreando una canción, francesa supongo.

-Por cierto, me encanta tu vestido. Y las sandalias son ideales. 

Luego añadió algo así como 'bon chans'. Luego descubrí que significa 'buena suerte'; la necesitaría. Después de un rato se empezaron a oir gritos afuera, y enseguida 28 niños entraron a puñetazos en la clase y tiraron al suelo casi todo lo que llevaban. De los 28, 19 eran chicos y el resto chicas. Decían que eso significaba tranquilidad pero durante esos primeros 10 minutos yo no logré verla. 

-¡Buenos días!...¡Bienvenidos!...¡Silencio!...¿Basta? ¡TODO EL MUNDO CALLADO Y EN SU SITIO!

Se sentaron. Por fin. Empezaba el curso. 

shiny and rainy days

Me miré al espejo e intenté sonreír. Me coloqué el mechón que se me cae sobre los ojos, detrás de la oreja. Mis manos eran las mismas. Mis uñas, largas y rotas, habían crecido, como mi pelo. Empecé a llorar, no sé por qué, pero no podía evitarlo. No era alegría ni tristeza, era nostalgia por algo que ya no tenía. Sin embargo, volví a mirar al espejo; estaba viva. Mis uñas y mi pelo eran prueba de ello. Las lágrimas casi secas sobre mi cara eran la puerta hacia una nueva vida. Ya no lloraría en mucho tiempo. Ahora tocaba reír y soñar; volver a soñar que soy capaz de hacer cosas grandes. Me recogí el pelo y me lavé la cara. Sabía que había pasado, la tormenta de la que todo el mundo habla. Creo que ya he vivido un poco de lo que será mi vida, creo que he aprendido. 

Salí al jardín y respiré dejando escapar las últimas lágrimas que mojarían mi sonrisa. Me sentí agradecida, por la nueva curiosidad que inundaba mi corazón. 

martes, 26 de mayo de 2015

Sum meer

-Sube la música, porfis. 
- Quoi ?

Sube la música porque empieza el verano. Tienes que saberlo, no dejes que pase sin darte cuenta. Es tiempo de planes y helado. Es tiempo de saber qué hacer, y saber que si no sabes que hacer, tampoco pasa nada. Mañana será otro día y agosto es un mes largo,muy largo. 

- Dame la mano.
- Always. 

Agárrate porque este no es un verano cualquiera. A lo mejor has terminado el colegio, la carrera o solo te quedan 10 días perdidos  de vacaciones en septiembre. Pero es verano, no lo olvides. Levántate cuando quieras, madruga si es lo que te gusta y acuéstate a las dos si quieres; es verano. Elige una buena peli para cada día y cocina lo que más te gusta. Di te quiero a cada hora y no te pierdas ningún beso. Es verano. 

- Te quiero.
- Ich auch. 
- Me encanta el verano. 
- Wenn wir zusammen sind, ist das Beste. 

The Best Is Yet To Come 

martes, 5 de mayo de 2015

Poema

Es hermoso, ver cómo se miran, cómo no saben, cómo se quieren sin decírselo. 
Es hermoso, percibir el rubor por una frase; recibir la mirada sincera del que lo dice todo a través de las pupilas. 
Es hermoso, el amor callado, el amor que todavía es incógnito pero que ya se vislumbra entre las manos que quieren unirse pero todavía no se tocan.
Es hermoso, ver cómo saben que no pueden sin el otro pero, por miedo a no saberlo con certeza, se lo callan. 

sábado, 4 de abril de 2015

Born anew

Je suis décidée. Voilà, allons-y, vivons ! Pour quoi pas ? Vraiment, pourquoi pas ? Dis moi une seule chose qui t'empêche de vivre la vie que t'as reçu. Cherche dans ton âme, essaie de la trouver, elle se cache mais elle est là. Tu l'as trouvé ? T'as donc dans ton coeur une grande tache noire qui ne te laisse pas rêver ? Qui ne te laisse pas être ? Ben.. d'abord, rends-toi compte que ce n'est pas quelque chose qui va durer eternellement, crois-moi, je sais de quoi je parle. Après, pense qu'est-ce qu'a souillé ainsi ton âme ? Peut être une circonstance ? Une personne ? Un mot pas réflechi ? Essaie de trouver la cause de ton chagrin...et surtout SOURIS ! C'est la clé. Dès que tu souris tous tes malheurs vont se faire petits, l'inquiétude et le désarroi qui ne te laissent pas réspirer (je dis bien respirer parce que parfois c'est si grave) vont peu à peu voir qu'ils n'ont rien à faire avec toi. Ô toi, crée que pour être hereux, que pour profiter, que pour transmettre la joie qui te fait vivre ! Ô toi, qui a reçu tellement des dons pour en donner aux autres, ô toi petite créature qui ne voit pas que le present est à nous, que le passé, malgré tout, c'est ce qui nous a amené jusqu'ici, et que le future ne doit pas nous inquiéter parce qu'il faut vivre le maintenant, le right now. 

domingo, 1 de marzo de 2015

Face it,

Cuanto más sabía, más sufría. Prefería dejar de escuchar historias porque temía que en algún momento de mi vida tomaran parte de mi día a día, temía ser protagonista de alguno de aquellos terroríficos relatos. Pocas veces llegaban buenas noticias a casa, y si llegaban, ya estaba allí mi tía Milly para llenarlas de desgracias. Por eso, decidí taparme los oídos para poder guardar algo de memoria para mis alegrías, para las demás cosas ya tenía demasiada memoria como para someterme voluntariamente a otra tragedia. No, gracias. Sin embargo, ayer por la noche escuché sin querer a mi hermano que hablaba por teléfono con un amigo. El amigo en cuestión, Joel, vivía desde hace unos años solo en un estudio en Bruselas. Mi hermano le repetía que hablase más con su madre, que no hiciera lo que siempre dijo que no haría, que no se dejase llevar por lo que 'todo el mundo hace'... Quería taparme los oídos, no escucharlo, pero me vi reflejado en Joel, imaginé su voz desesperada, su conciencia atormentada y la soledad profunda de su alma. Esta vez yo ya había vivido la historia. Así que, dejé mi libro, abrí la puerta de la cocina y me acerqué a mi hermano.

- Dile que se acerque a la iglesia más cercana, que llore lo que tenga que llorar y que empiece de nuevo. Que no le dé más vueltas, y que si lo hace pronto, es fácil reencontrarse. 

Parece que Joel me había escuchado desde el otro lado del teléfono.

- Dice que gracias, que es lo que su madre le habría dicho.
- Bueno, y dile que te haga caso en lo de llamar a su madre. 

jueves, 26 de febrero de 2015

Long Nights

Hoy escribo en presente, porque en él descanso. Tengo la certeza de que hoy es el mejor día y de que jamás habrá otro mejor.Hoy me levanto con una sonrisa nueva, con un cuerpo nuevo. Sin embargo, lo mismos sueños duermen en mi alma, y  la misma ilusión me empuja a ir hacia delante. Tengo la memoria de lo pasado, disfrazada de un aspecto presente; la utilizo como forma de simple aprendizaje (a veces no tan simple). Hoy me levanto abstracta, lo intuyo, pero me levanto bien. Mi corazón disfruta de una paz que se le había arrebatado, presiento que hoy  es el día más bello, que hoy solo podrá ser hoy. 

jueves, 12 de febrero de 2015

Restless

 Por la mañana es más fácil darse cuenta, ya sabes, cuando abres los ojos e intentas ver algo. Te das cuenta de que sigues allí, en la misma habitación que hace veinte años. Están casi los mismo muebles, y sobre todo, el mismo ambiente, el desorden y la venta abierta para ventilar. Durante mucho tiempo, en mi vida todo ha seguido siendo igual. Tú fuiste mi mayor cambio y después de eso, tuve que volver a esta habitación, a despertarme y ver los mismos muebles, a abrir la venta para que corra el aire y darme cuenta de que tú aquí no estás. De repente lo que había cambiado intentaba volver al sitio del que salió, pero no era tan fácil. Intentaban meter el bizcocho de nuevo en el molde y se deshacía poco a poco. 

 Te decía que es por la mañana, nada más despertarme cuando me sumerjo en un vacío que no sé a dónde me lleva, me deja pensar que no existes, que no eres quien yo creo, me dice y me susurra que nada de lo que pasó es cierto y me hace sufrir. Intento volver al molde pero mi alma se resiste, quiere cambiar contigo, quiere que cada día sea diferente. Quiere hablar mil lenguas y aquí solo entienden una. Quiero despertarme y que lo primero que vea sea tu sonrisa y un sol cegador que me recuerde que todo es cierto, que estamos juntos y que nadie, nunca jamás, querrá separarnos. 

domingo, 25 de enero de 2015

An dich

Hace tiempo que no nos tomamos las cosas con calma. Hace mucho tiempo que no somos nosotros mismos, sin preocupaciones, sin tristezas, sin distancias...

El otro día me vino el olor de tu jersey por la mañana antes de irte a clase, con sabor a café y la manzana del desayuno para el camino. La cabeza se me llenó de recuerdos del año pasado, de ti y de mí, juntos sin mirar calendarios. Pudiendo disfrutar, sin pensar que alguien nos recordaría que lo bueno se acaba. Te recordé sonriendo, como a mi me gustas, te recordé, mejor dicho, nos recordé felices como éramos. A veces es difícil tener la paciencia de decir que aunque las cosas no nos entren en la cabeza, es lo mejor que puede pasar. 

Ojalá siguiéramos paseando por las calles de nuestra ciudad. 

sábado, 10 de enero de 2015

Nuevo, todo es nuevo

Estábamos todos a la mesa. Los nervios me ahogaban, era una mezcla de alegría y angustia imparable. Estábamos todos juntos. Sentí que el tiempo se paraba, repasé cada mes del año, repasé cada día, cada momento, cada despertar. Este año había vuelto a casa, habíamos viajado mucho, habíamos reído y me enfadé más de la cuenta. Lloramos, sí, lloramos mucho pero solo de amor y de alegría. Hubo momentos horribles, nieblas imborrables de la memoria, frustraciones. Descubrí un nuevo mundo y me descubrí de nuevo. Bailé y canté al son de muchas músicas, aprendí nuevas canciones. Me enseñaron a vivir, la experiencia me mostró otro camino. Vi lo bueno y lo malo, vi que valía la pena... Volvieron a girar las agujas del reloj, volvíamos a estar todos a la mesa; comíamos y recordábamos, bebíamos y cantábamos. Estábamos todos juntos y es como debía ser.