jueves, 30 de junio de 2016

The bay

La arena se me colaba entre los dedos y no quería pararme para quitármela, me daba corte, contigo al lado. Te fijarías en mis pies y me moriría de vergüenza. Además, parecería que no te estaba escuchando y sería mentira, podría, aún hoy, repetir cada palabra que me dijiste aquella tarde. La bahía de San Francisco nunca había estado tan vacía, y allí estábamos los dos, paseando, extraños todavía el uno del otro, pero deseosos de dejar de serlo en cualquier momento. 

-Espera, es que tengo arena entre los dedos y me molesta que no veas... 
-Ah, claro, claro, perdona. 
-No, si es un momento. Si quieres sigue andando.
-¿Eres boba? Y qué, ¿voy a andar solo pudiendo ir a tu lado?

Maldito romanticismo, y maldita memoria que hace que me acuerde de todo. Te miré, como una idiota. Supongo que la escena desde tu perspectiva era de lo más incómoda. Yo, sentada en la orilla, quitándome arena del pie. 

-¿Sabes? Me voy a sentar yo también. Total, llevamos andando toda la tarde y ya me estaba cansando un poco. 
-Pues fenomenal. ¿Habíamos traído agua o me lo he inventado?
-Te lo has inventado. 

Te me quedaste mirando, supongo que me puse roja.

-¿Qué pasa, Matt? ¿En qué piensas?
-No, en nada.
-¡Venga ya! Algo estarías pensando.
-He pensado que por qué no habíamos dado este paseo antes. Está muy bien. 
-Ya, no sé, nunca me lo había planteado.
-O sea, yo el paseo ya lo he dado otras veces. Digo juntos. ¿Por qué nunca hemos salido juntos a tomar algo?
-Pues ya ves, porque no se nos ha ocurrido...
-A mí se me había ocurrido ya muchas veces Pam, muchas. 

Desde aquella vez, decidimos que el paseo por la bahía sería nuestro. Pedimos que no lo cambiaran, que no pusieran ningún chiringuito, ningún puesto de tablas de surf. Que todo siguiera como aquella primavera del 2012, que todo fuera igual, que solo cambiáramos nosotros. Que con el tiempo nos quisiéramos más, y fuéramos cada día más felices. A partir de aquel 9 de abril, la bahía de San Francisco se convirtió en mi lugar favorito, y hoy, mirando el cielo gris de Liverpool me acuerdo de California, y pido tener un par de semanas para escaparnos allí otra vez. 

jueves, 16 de junio de 2016

You got what I need

Había mucha gente, pero no había mucha luz y empezó a sonar la música. Tú sonreías al otro lado de la habitación, estabas hablando con un amigo. Me empezaste a buscar, como cuando salías del metro sabiendo que yo te esperaba en la estación. Jamás me encontrabas a la primera, ni a la segunda, solo cuando me tenías a 10 cm, te dabas cuenta de que era yo. Entonces, me diste las manos y te besé, ignorando a todo el mundo, las cámaras y las luces. Empezamos a bailar y me susurraste al oído lo mucho que me querías. Empezamos a dar vueltas como aquel día de mayo viendo atardecer, solo que esta vez sabías llevar el ritmo. Me agarré el vestido para que no fueras pisándolo y me entró una risa tonta al verme de blanco bailando contigo. Me olvidé completamente de todos los que estaban allí, como testigos de lo mucho que nos queríamos, de lo felices que somos. Te miré a los ojos. Los míos se llenaban de lágrimas, eran de felicidad, pero eran un montón de lágrimas. Menos mal que llevaba maquillaje waterproof. Te reíste y me secaste las mejillas con un par de besos más. Se terminó la canción y te abracé, volviendo a cerrar los ojos a todos los que nos enfocaban con el móvil, capturando lo que siempre había sido solo nuestro. Ahora era un secreto a voces, estaba locamente enamorada de ti aquel día, hoy y creo que siempre lo estaré. 

Lo conseguiste. 

Baby, you got what I need. Baby, you got my sunshine... 

martes, 14 de junio de 2016

A más de 30º

El verano empieza cuando Maca, nuestra vecina, saca las sillas de la piscina al descansillo. Las tiene ahí, avisando de que pronto empezará a bajar para ponerse muy morena, porque Maca se pone muy morena. El verano empieza cuando las persianas entran en modo noche desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la tarde, cuando la boca te sabe a gazpacho a cualquier hora del día. Sientes que es verano cuando todas las horas parecen la misma, y si te preguntan, eres incapaz de decir en qué día de la semana estamos. El verano empieza con tus pantalones cortos y con mis complejos expuestos al sol. El verano es una canción dando vueltas en tu cabeza aunque en junio no sepas cuál será todavía. Son los paseos por la noche hasta las 3 de la mañana. El verano es no pensar en septiembre. El verano empieza con una tormenta en la playa o con un atardecer desde la cima de cualquier pico de la sierra de Madrid. El verano son tus ojos tan cerca de los míos que puedan rozarse nuestras pestañas. El verano son las guitarras de la gente sonando muy bien, es coger un avión o dos, es despedirse un par de veces. Huele a verano cuando huele a pescado frito, cuando tienes el bañador lleno de arena y ya pasas de lo mal que llevas el pelo. El verano es tener quemada la nariz y las mejillas, porque queda mono y así en las fotos se ve que estabas disfrutando. Cuando llega el verano todo se para y a la vez da vueltas sin parar, siempre hay cosas que hacer y nunca estás haciendo nada realmente. 

 El verano está aquí y yo bronceándome a la luz de un flexo... 

jueves, 2 de junio de 2016

inner conversations

YO 1: -¿Y lo que te has quejado? ¿Qué? ¿Eso no cuenta?

YO 2: -¿Qué quieres decir? 

YO 1: - Digo que si no vas a pedir perdón por tu impaciencia, por la de veces que has dicho que jamás iba a pasar nada, por todo lo que lloraste. 

YO 2: -No sé, no creo que esa sea la solución. Mejor dar gracias por el ahora. Por el tesoro que tengo entre las manos, por lo delicado de lo que he descubierto. ¿No? Esto es genial, ¿no crees? 

YO 1: -Es maravilloso, sin duda.