lunes, 28 de septiembre de 2015

C'était ton sourire

Conocí a Vani en el verano del 86 en Nueva Delhi. Desde entonces hemos vivido en tres países diferentes y todo ha cambiado mucho. 

Mis padres llevaban tiempo intentando que nos conociéramos y en cuanto terminé mis exámenes volé a casa. Ellos se enamoraron y pudieron casarse, cosa que en la India no pasa muy a menudo, y menos en su época. A pesar de la romántica historia de nuestros padres, mi hermana y yo, sabíamos con quién íbamos a casarnos desde los 16 años. Yo tenía 24 cuando vi por primera vez a Vani Kuralimi. Fuimos cenar al único restaurante que yo había visitado por allí, mi familia es del sur de la India y solo había viajado un par de veces a la capital. Desde que vivía en Inglaterra estaba bastante desconectado de la vida en mi país. Me dio vergüenza comprobar, años después, que el restaurante que elegí para empezar a conocernos, es uno de los más baratos que hay en la ciudad. 

Vani es y era una mujer sonriente y muy hermosa. Esa primera vez, llevaba un sari naranja con adornos en rosa oscuro, se había echado todo el perfume que habría en su casa y no dejaba de mirar al suelo.

-¿Por qué no me miras? ¿Tan feo soy?
- No, Shauri, es que no sé qué decir, y si te miro me entra la risa. Estoy muy nerviosa, ¿sabes?
- Si, ya lo noto.

Había estudiado ingeniería industrial en la Universidad de Delhi, era una chica inteligente. Cuando nos casamos, le costó mucho adaptarse a la vida en Conventry. Decía que había demasiado silencio, demasiado orden, que ella necesitaba sentir y oler, y que los supermercados vendían todo empaquetado de forma que nada no podía olerse antes de comprarlo. Veía que no podía relacionarse con las otras mujeres sin salir del círculo de la comunidad hindú que yo conocía. Así que se inscribió en un máster en ingeniería, era valiente. Su inglés era bueno y tenía ganas de aprender. Al año de casarnos tuvimos a Naisha, una revolución hecha princesa, con ella no dejamos de aprender. Volvimos unos años a la India porque yo había encontrar trabajo, y Vani lo necesitaba, solo por 3 años. Después tuvimos que volver a Inglaterra y nació Akshay, un pequeño terremoto. Estuvimos unos años viviendo con la hermana de Vani que pudo viajar a Londres a estudiar, sola, sin marido; todo estaba cambiando mucho. Pero la sonrisa de Vani siempre estaba ahí. 

Desde hace cinco años vivimos en San José, en California y casi toda nuestra familia vive ahora en Estado Unidos. Ayer volvimos de Philadelphia porque el padre de Vani murió hace seis meses y celebramos su entrada en la nueva vida. En el avión de vuelta, Vani empezó a hablar con una chica, porque a ella le gusta hablar con todo el mundo. Empezó a contarle nuestra historia, como nuestros hijos solo hablan inglés y no conseguimos que aprendan nuestra lengua nativa, y se reía todo el rato al contar las anécdotas de cuando eran bebés. Entonces, solo oír su risa volvió a trasladarme a ese restaurante barato de Nueva Delhi, donde supe que sería la risa que me acompañaría toda la vida. 

Long life to Life.

Intentar encontrar la palabra adecuada, mientras un montón de niñas juegan a tu alrededor no es lo que siempre había soñado. Estar sentada en el suelo con el portátil, cubierta de colores y papeles, café en mano y viendo cómo pasan las horas mientras yo sigo sin terminar lo que tengo que hacer, no es lo que había planeado. Ser la asistente creativa de una pequeña empresa sí era mi sueño, pero no empezar a serlo a los 21 años. 

-¡Mami! Ya hemos terminado. Ha sido súper guay.

Ramona ha salido de clase de ballet, a ella tampoco la esperaba. Es la mayor aventura de mi vida. 

-Hemos empezado a ensayar la función de Navidad y creo que voy a estar de las primeras, no todo el baile pero la mayoría. ¿Tienes merienda?

-Si gordita, he traído zumo y un bocadillo. 

Tiene 3 años. Y llegó sin avisar, siempre lo que viene así, sin haberlo planeado es lo mejor que te puede pasar en la vida. Tenía 19 años cuando me enteré de que estaba esperando a Ramona, empecé a llorar y a sentir mucho miedo, por todo. Andar por la calle me producía vértigo, nada iba como lo había planeado. Sin embargo, desde entonces me di cuenta de que no era lo único que no había planeado. No planeé que mis padres no fueran a estar apoyándome desde el principio; que mis hermanos no hicieran más que ayudarme con todo. Todo. No esperaba que Mindy dejara de hablarme cuando se lo dije. No pensé que fuera a estar más guapa y más feliz a cada día que pasaba. Todo eso no lo planeé pero claramente era mejor.

Recuerdo coger el coche y conducir sin parar hasta la casa de Dan con la cara llena de lágrimas, me sentía la más idiota y la más desgraciada. Al verme llegar, salió al porche y me dio un beso. Me abrazó fuerte y me pidió perdón, sonrió y me volvió a abrazar. Estuvimos así un buen rato; tres meses después, nos casamos. Eso tampoco lo había planeado. Pudimos mudarnos a Arizona y rehacer nuestra vida, y con Ramona somos felices. Mi madre me llamó el otro día después de 3 años y fue emocionante. La vida llega así, llena de sorpresas.

Yo era una chica de Alaska, acostumbrada a tenerlo todo de mi parte, a vivir tranquila donde la vida me había puesto, a vivir el momento. Nunca me planteé un compromiso a largo plazo, estaba saliendo con Dan porque estábamos bien juntos, no pensamos en Ramona. Pero Él sí, y nos la mandó en el mejor momento. 

Deja que la vida te sorprenda y cuando llame a la puerta, déjala entrar. 

martes, 8 de septiembre de 2015

Life's beauty

El otro día saliendo de una reunión me colocaron la típica revista que nadie lee, la que redactan los becarios a final de curso. La guardé sin querer en el bolso. Luego, volviendo en el tram, la abrí, era lo único que me apetecía leer, algo fácil, me dolía la cabeza.  Uno de los becarios te había hecho una entrevista. Eras el mismo de siempre, a la derecha había una foto tuya en el último encuentro de la comisión; estás tan guapo como siempre. Los 50 te sientan bien, Gregor. Acabé entre risas y lágrimas de leer la entrevista. Y pensar lo que tú y yo pudimos haber sido...

Cerré la revista y la dejé encima del asiento de al lado. Desde Nations hasta mi casa hay un buen viaje, así que me puse a mirar por la ventana. Al rato, alguien se sentó a mi lado y cogió la revista. La abrió por la página de tu foto y miré la cara que ponía, esperaba un gesto de admiración. Sin embargo, te vi a ti, sonriendo como un niño pequeño que ha ganado el concurso de pintura del pueblo. 

-¿Gregor?
-¿Erin? 

Estabas vestido de traje, y llevabas el pelo más corto que antes.

-¿Qué tal? ¿Qué haces? ¿No sabía que vivías en Ginebra?
-Es el mejor lugar del mundo para vivir... Me asombra que no lo sepas. 
- Sabes, no has cambiado, nada. 
-¡Venga ya! ¡Tengo un montón de canas Gregor!
-Eso es solo sabiduría. 
-Bobo.
-¿Y que estás haciendo aquí? ¿No te quedaste en Australia? Pensé que te quedarías allí para siempre. 
-Australia duró poco al final. Hace cinco años conseguí una plaza en la OIT y allí sigo. A ti no te lo pregunto, ya lo he leído...
-¡Ah, claro! La entrevista... Menudos... ¿Era tuya? 
-Sí, pero vamos, que la iba a dejar ahí mismo. 

Dos paradas más y estábamos en mi casa. 

-Dime Erin, ¿te casaste?
-No, no me casé. Tuve un novio después, pero no quería casarse, ¿tú?
-Tampoco. No volví a tener novia. ¿Tienes tiempo ahora? 
-¿Para qué?
-No sé, un café, un capuccino de los nuestros. ¿O ya no tomas café? A mí el médico me lo quiere prohibir. Le he dicho que lo siento mucho, pero que mi organismo se alimenta de la misma cantidad de café que de agua...
-Jajaja, claro que tengo tiempo para un café. 

"Y quizá también para casarme..." 

sábado, 5 de septiembre de 2015

Una clase

Era lunes, creo, la verdad es que no estoy segura. Era 9 de septiembre, de eso si me acuerdo. Tenía la ropa preparada desde hacía dos semanas casi, estaba colgada en mi armario. Me fallaron los zapatos porque no llovía, hacía un sol espléndido. Yo había preparado mis botas favoritas y tuve que ponerme las sandalias viejas del verano. 

Llegué una hora antes que ellos y lo preparé todo. Estaban los libros en su sitio y las mesas como yo quería que estuvieran. Subí las persianas y abrí las ventanas para ventilar. Cogí mi carpeta y repartí sobre los pupitres las hojas que les había preparado. Me senté, ya no sabía qué hacer. 

- ¿Jenna?

Se había asomado Theresa, la profesora de francés. Me sabía el nombre de todos mis compañeros. Gracias a Dios, no conocía a ninguno. 

-Si, dime. 
- Soy Theresa, soy la profesora de francés. Tengo tres horas con tus niños todas las semanas. ¿Qué tal estás?

Estaba aterrada, la verdad. Ella llevaba ocho años en la escuela y parecía super tranquila. ¿Tres horas con mis niños? Los de mis niños fue lo que más me gustó. 

-Bueno, estoy... ¿cómo decirlo? ¿Expectante? 
- Es normal que estés nerviosa. Pero todo va a salir bien. 

Se fue silbando hacia la puerta y canturreando una canción, francesa supongo.

-Por cierto, me encanta tu vestido. Y las sandalias son ideales. 

Luego añadió algo así como 'bon chans'. Luego descubrí que significa 'buena suerte'; la necesitaría. Después de un rato se empezaron a oir gritos afuera, y enseguida 28 niños entraron a puñetazos en la clase y tiraron al suelo casi todo lo que llevaban. De los 28, 19 eran chicos y el resto chicas. Decían que eso significaba tranquilidad pero durante esos primeros 10 minutos yo no logré verla. 

-¡Buenos días!...¡Bienvenidos!...¡Silencio!...¿Basta? ¡TODO EL MUNDO CALLADO Y EN SU SITIO!

Se sentaron. Por fin. Empezaba el curso. 

shiny and rainy days

Me miré al espejo e intenté sonreír. Me coloqué el mechón que se me cae sobre los ojos, detrás de la oreja. Mis manos eran las mismas. Mis uñas, largas y rotas, habían crecido, como mi pelo. Empecé a llorar, no sé por qué, pero no podía evitarlo. No era alegría ni tristeza, era nostalgia por algo que ya no tenía. Sin embargo, volví a mirar al espejo; estaba viva. Mis uñas y mi pelo eran prueba de ello. Las lágrimas casi secas sobre mi cara eran la puerta hacia una nueva vida. Ya no lloraría en mucho tiempo. Ahora tocaba reír y soñar; volver a soñar que soy capaz de hacer cosas grandes. Me recogí el pelo y me lavé la cara. Sabía que había pasado, la tormenta de la que todo el mundo habla. Creo que ya he vivido un poco de lo que será mi vida, creo que he aprendido. 

Salí al jardín y respiré dejando escapar las últimas lágrimas que mojarían mi sonrisa. Me sentí agradecida, por la nueva curiosidad que inundaba mi corazón.