jueves, 25 de octubre de 2012

I'm a dreamer

Hacía veinticinco años que no te veía. Te habías cortado el pelo y ya no te pintabas las uñas de rojo. La sala estaba llena de viejos recuerdos pero al verte allí me envolvió el aroma de muchas tardes de película y chocolate, de batidos y canciones. Vi a mi amiga y sonreí. Quería contártelo todo, desde París hasta mi querido Melbourne.

Y empezaste a contarme que jamás abandonaste Denver, que llevabas la sección de niños en la biblioteca estatal y que tenías dos hijas, Amanda y Kimberly. Conociste a tu marido en una fiesta de fin de año y os casasteis después de tener a la mayor que ahora cumplía quince años. Parecías feliz, pero yo conocía todos y cada uno de tus sueños. 

Decías que tendrías una tienda vintage en Candem Town y saldrías en las revistas. Que un día en el metro de París te cruzarías sin querer con un argentino que luego sería tu marido y que Zac, Jill y Holy eran los nombres que llevarían tres de los muchísimos niños que ibas a tener. Yo conocía a la Megan soñadora y risueña. Conocí a la melena rubia que pasaba de los silbidos en el pasillo del comedor, tú te merecías algo más que un jugador de fútbol guapo y simpático. No veía a la bibliotecaria de la Colorado State Library. Yo veía a mi Megan...

- Y tú Grace, ¿qué ha sido de ti?
- Todo me va muy bien, muy bien...

lunes, 22 de octubre de 2012

Tableau

No puedo evitar las lágrimas que escapan de mis ojos. 
Parecíamos la típica historia de amor que se vende a 1,95 en la Casa del Libro. Sentados como dos peluches en un escaparate en cualquier banco del Paseo del Prado. Olías a mantequilla como siempre que quedábamos a las 10 en los Jerónimos. Tendríamos 19 años aquel mes de octubre, bueno tu 18 porque los cumplías en diciembre. Sigo viendo todos los días a la mujer que pide al pie de la Cuesta de Moyano. Al verla se me repite lo que decías, eso que me explicaste de que era una mafia que los manipulaba para quedarse el dinero. Pero hoy no he querido sentarme donde siempre, me he metido en el museo. Y como una posesa he empezado a subir escaleras y escaleras. Aunque no lo creas ya me ubico en El Prado. Llegué medio ahogada al retrato de la Condesa de Chinchón con sus maravillosos rizos pelirrojos. Tú decías que tu abuela los tenía iguales, me habría gustado conocer a tu abuela. No han abandonado la costumbre de poner bancos en las salas así que me he sentado con el folleto de una exposición de Murillo que hay ahora, la chica de la puerta no ha resistido la tentación de colocarme uno. Al abrirlo he visto tu cuadro favorito y ahí estaban otra vez las gotas saladas en mi mejilla. Es difícil creer que te quedaste para siempre en los pasillos del museo, en el café de Neptuno, en la tienda de dulces de la Plaza de Canalejas. Pero me lo prometiste, me dijiste que cada vez que entrara con Julia en La Violeta le contara lo mucho que le gustaban a papá esos caramelos. Yo a cambio te prometí, no hablarle de lo maravilloso que habrías sido,  nunca pensar en ello. No he podido soportar más los rizos de la pobre condesa. He salido enfadada de la sala y Rubens me ha echado con descaro unos pincelazos de alegría con destellos dorados. Miro el reloj y ya son las cuatro, a y media sale Julia de colegio, voy a traerla a lo de Murillo, creo que le va a gustar. 

lunes, 15 de octubre de 2012

Avec des enfants

Siento que voy a desaparcar muchas veces una gran furgoneta azul oscuro. Voy a repartir meriendas desde el asiento de delante. Voy a viajar cantando todas las canciones que se me habían olvidado. Espero elegir muchos nombres y hacer millones de coletas en mi vida, voy a escuchar todos sus amores y sus penas. Voy a hinchar bicicletas, voy a comprar todos los balones que necesiten y voy a celebrar los goles como la que más. Voy a llorar cada vez que cumplan años. Voy a saber leer cuentos poniendo voces, voy a viajar a su lado allá adonde ellos me lleven. Brillarán nuestros ojos en su mirada. Aprenderé a transmitirles todo el amor que mi corazón lleva dentro, voy a contarles cosas maravillosas del mundo e intentaré prepararles para lo peor. Y con todos ellos recorreré los sitios a los que no he ido, y al verles, al hacerles fotos, al besarles, me acordaré de cómo mi madre vivió conmigo. 

jueves, 4 de octubre de 2012

Midnight

Había cosas que solo yo podía adivinar, que solo yo sabía. Al entrar de nuevo en aquel ambiente, la gente y el idioma en el que nos hablábamos. El pseudocultismo que postulaban aquellas melenas rojas bebidas de años entre libros empañaban la realidad. El hecho de ser un grupo de idiotas adolescentes en su peor crisis podía con nuestros conocimientos. Nadie más podía hacerlo, mezclar ron con coca cola mientras hablábamos de por qué Wittgenstein se rindió ante la imposibilidad de encontrar la verdad del lenguaje. 

Por eso al volver a esa situación, volví a estar frente a ti hablando de simplezas. Resultaba extraño traducir tus miradas como lo hacía antes, sentir los dos besos de bienvenida acompañados de un anciano escalofrío. No era normal reírme contigo y ver que los dos habíamos crecido, que ya no me volvía cereza al oír mi nombre en tu boca sino que sentía un cariño increíble. 

Las calles de Madrid alucinaron conmigo aquella noche, al vernos pasear juntos. Fue como borrar un ensayo filosófico y volverlo a empezar. Fue una segunda oportunidad en letras grandes, fue un midnight in Paris sin forzar sonrisas, fue un perdón y un gracias. Y quién sabe, quizás fue el final de una historia que empezó hace muchos años. 

martes, 2 de octubre de 2012

Todo son canciones en tu cabeza

El volante se mueve involuntariamente al ritmo de tus dedos. Los Beach Boys adornan la vuelta a casa al ritmo de unas buenas vibraciones. Pasas de canción, hoy no estás disponible para ellos. Arranca un clásico de Bob y entonces lloras como una idiota, sola en el coche, escuchando la canción que Papá cantaba al volver de casa de los abuelos, subías con él en el ascensor y te reías porque en vez de oír the times they're changing tu infantil cabecita escuchaba lalakwaigonjinn. El semáforo está en rojo, te secas la cara con la chaqueta. El cielo se une a tu llanto y empieza románticamente a llover mientras recuerdas aquella canción. Estás a cinco minutos de llegar a casa, Bob ya no canta ahora suena ella, Twain, Shania que no Mark. Entonces te ríes como una idiota, intentas aparcar y te ves retrospectivamente frente al espejo del pasillo bailando con Nicolasa, recuerdas como Alicia se las sabía todas y las pequeñas tarareaban palabras sin sentido. Por fin está aparcado, tu querido Citroën. Bajas pero en tu cabeza Shania tararea suavemente Take two... Sigue lloviendo y te has olvidado las llaves. Sabes que él nunca coge el telefonillo a la primera, pero no ha dejado de llover. Por fin estás subiendo las escaleras y te vienen a la cabeza los bailoteos de Marcos con cualquier música, Juan y Pedro Guerra, Mamá cantando con la guitarra, Papá transformado en Serrat... 

Al abrirte la puerta no se da cuenta de que es una canción más, la canción de tu vida. Gracias a Dios la música no te ha abandonado, creo que no habrías sobrevivido. 

another perspective

Todas las mañanas cogía el mismo metro. Todas las mañanas con sabor a pasta de dientes. Siempre se sentaba en el asiento cerca de la puerta. No cambiaba jamás de vagón, por muy lleno que fuese. Al subir sacaba su libro perfectamente forrado en papel de periódico, su abuelo le enseñó a cuidarlos. Empezaba a leer y al llegar a Liverpool Street lo guardaba de nuevo en el bolso y salía en orden, si molestar.

Si, así de aburrida era la vida de Claudy Morgan. Pero un día las cosas cambian, el tren no llega y no puede hacer todo con la calma que suele, no puede montarse en el vagón que le gusta porque está realmente lleno, no se sienta en su asiento porque hay una señora mayor y le deja el sitio, no puede leer su libro porque ya se lo ha terminado, no puede bajarse en Liverpool Street porque ya no trabaja alli. Está sentada en Trafalgar Square sin hacer nada. La librería en la que trabajaba cerró hace ya dos semanas y no le queda nada más que su abono de transportes anual.

Todas las mañanas sale de la casa de las hermanas, en Rosemont Road, camina hasta el parque más cercano y se sienta a desayunar el pan con mantequilla que le dan las monjas. Comparte con los patos mientras saborea la sensación de sentir que tiene algo que hacer. Al rato llega Miss Fagan con su pequeña Melissa. Trae el periódico. Claudy no puede evitar recordar sus libros perfectamente forrados en papel gris, los vendió todos en la librería de Charing Cross Road. Gracias a Miss Fagan, que lleva en la calle dos años, Claudy ha podido sobrevivir. Juntas van hasta Covent Garden, allí esperan en una eterna cola a ver si hay suerte. Si llegas antes de las 6.30 puede que te requieran en la carga o descarga de algún camión que venga desde Plymouth. Mientras se mancha de pescado o barre las hojas negras de lechuga, Claudy sueña. 

Sueña que se sube en el metro como cada día, abre su libro como cada día pero esta vez no va forrado de papel de periódico, ya no se baja en Liverpool Street. Ahora corre hasta la cafetería más cercana al río, la que más le gusta, abre su libro por donde le da la gana y siente que se rebela contra el aburrimiento que reinaba en su vida. 

En cambio ahora que no tiene nada, se aburre mucho menos.