martes, 23 de enero de 2018

generosidades de sol

Fue amanecer en Buenos Aires y comprenderlo todo. No me vas a creer, pero solo lo entendí entonces, cuando me levanté el otro día. 

Fui directa hacia la ventana, la ciudad amanece mucho antes, con el olor del río enseguida se le abren a una las ganas de bajar al puerto y dar un paseo. Serían las 6 de la mañana, te quedaban otros 40 minutos de sueño y yo estaba desvelada. Cogí una chaqueta y saqué a María de la cuna. Estaba jugando y no quería que te levantara. Creo que ya llevamos casi 3 meses amaneciendo en esta ciudad, pero hasta el otro día no reconocí lo que me gusta estar aquí. Todo, todo lo que hemos ido haciendo nos ha traído aquí. Es increíble caer en la cuenta de lo providencial e imprevisible de esta vida nuestra. No lo habría pasado tan mal aquellas semanas en las que me dijeron que tenían que dejar de contar conmigo, y me despedían sin más después de 6 años de fidelidad y bastantes ganas. Recortes. Ahora estoy mucho mejor, Argentina nos ha dado lo que necesitábamos. Tú, por fin, estás trabajando de lo tuyo y, aunque nos ha costado aceptarlo, Buenos Aires nos va demasiado a los dos. Yo defiendo que cualquier ciudad, cuando no se la conoce bien, resulta la más emocionante de las aventuras. Aquí cada barrio encierra una historia, una anécdota, cada calle un olor, una cultura o un verso de Borges. Es una maravilla ver que los niños imitan perfectamente el voseo pero en casa siguen siendo de Madrid. Siento que de todo se aprende, y a mí me cuesta aceptar que la vida es más sabia. Buenos Aires hace 5 años nos habría matado, Madrid nos necesitaba, necesitábamos  a Madrid, hacerlo nuestro juntos. Volveremos.

Sin embargo, fue amanecer en la Recoleta el otro día,  acordarme de aquel verso, "He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz", mirar a María y dar gracias por ser feliz, contigo, con ellos, aquí, en Buenos Aires.

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