viernes, 29 de junio de 2012

Neustadt

La Neustadt son los grafitis en las puertas. Es Alaunpark a las 11:00. Son las primerizas familias en una sola bicicleta. Son las cinco embarazadas que esperan a que salga el sol en Martin-Lutter-Platz. La Neustadt es una fiesta de disfraces inacabable. Son los tres mendigos rockeros delante del Konsum, las tiendas de segunda mano. La Neustadt es pasar por delante de Thuy's y pensar que tienes que ir un día a tomar un batido con las ninas. Es la línea 13 hasta Rosa-Luxemburg-Platz. Es el passage de los pintores. El restaurante mexicano de la esquina y el italiano del número 70. Son las casas sin reconstruir. El abrazo con tu bicicleta en medio. Las bombas de alegría que lanza la gente a partir de las 21:00. Violines, violas y violonchelos. Los indios de Görlitzer straße. La Neustadt son Juliane, Sebastian, Muriel, Miriam, Maleah y Lotte. La Neustadt es mi primer viaje a Dresde, lo bohemio por antonomasia.

domingo, 24 de junio de 2012

Sunday morning, sunday morning...

Salgo de la iglesia sonriendo a una niña que juega con su padre en la puerta. Me acerco al montón de bicicletas que aparcan alrededor de la catedral. Miro hacia delante porque siento una mirada. 
Tendrá cinco o seis años más que yo. Barba, camisa azul de cuadros, pantalón y sandalias marrones. Tiene la bici cogida por el manillar. A su lado están su hermano y un amigo. Sé que es su hermano porque son clavados. Consigo desencadenar la bicicleta mientras sonrío muerta de vergüenza, sigue mirándome, sin decir nada. Me mira y por fin saco fuerzas para devolverle amablemente la mirada. Su hermano y el otro empiezan a pedalear hacía Schloss straße. Él sigue quieto, mirándome. Yo salgo en la otra dirección, hacia el puente. Miro para atrás y el avanza mirando hacia atrás también. 
Empiezo a pedalear tan rápido como sé. Tengo los pelos de punta y el corazón me late cada vey más rápido. Se acaba el puente y sigo sonriendo. Casi provoco un accidente de tranvía. 

Intento recordar cómo era su bicicleta, por si la vuelvo a ver. Color granate, antigua, sillín de cuero color tabaco, sencillamente elegante. Soy tonta, pero feliz.

24 de junio-

sábado, 23 de junio de 2012

Schloss

Mientras lucho contra el hierro de la farola para atar mi bicicleta imagino de quién será la que está aparcada al lado. 

En mi ciudad hay aparcamientos para bicis como rascacielos en Nueva York. Para ellos hay millones de bicicletas circulando por la calle. La gente deja la bici bien atada con un candado ya sea de llave o con contraseña. La mía es azul oscuro, casi negra y nunca olvido la llave de mi candado. Siempre he querido toparme con el dueño de la bicicleta que aparca al lado de la mía. Nunca es la misma persona, daría para conocer a todo el mundo, a todo el mundo que va en bicicleta. Pero hasta ahora solo he coincidido con el susodicho dos veces; un señor mayor y una adolescente. No es que discrimine a esas dos partes de la sociedad pero mis imaginarios encuentros van encaminados en otra dirección. Sería casual y torpe, pero bonito. Sería una espera estúpida a que alguno de los dos terminara de desatar la bici y saliera de allí. Sería alto, moreno y sonriente. Sería por la mañana y así tendríamos tiempo de un café. Sería un día en el que no se hace nada para que pudieramos conocernos...

Ah! Por fin está atada... 

- Perdona, es tuya la bicicleta?
- Si...
-La has atado a la mía...

Hoy es sábado, no tengo nada que hacer. 

Es gibt kein Land jenseits dir

No me pude contener. Bajaba a toda velocidad por Pillnitzerstr y me topé sin esperarlo con el río, el perfil de la ciudad y las lágrimas que nunca faltan en mis ojos. Empecé a pensar que debía escribirlo, intentar explicarme con ayuda de un lápiz por qué había llegado yo allí. Quién le habría dicho a la niña que soñaba con viajar que llegaría a una ciudad diferente, no a la típica capital hipervisitada. No, nadie lo sabía. No me lo merezco y por eso no hay explicación. Mis dos meses en Dresde son un error en el tiempo. Yo no tenía esta bibicleta, ni este río ni la paciencia de parar y hacer fotos a todo lo que me llama la atención sin preocuparme de llegar tarde a ningún sitio. No, este viaje no es mío, lo iba a hacer otro pero yo se lo he debido robar en un desliz de facturación. Mi avión llegó a Berlín y 8 ruedas autobuseras me embarcaron en una locura con nombre, en un devenir de aventuras y novedades, en el viaje del verano. Solo puedo seguir pedaleando y secarme las lágrimas.

martes, 19 de junio de 2012

Mc

Vivan los Mcdonald´s. Sinceramente doy gracias porque en cada ciudad que he visitado siempre había una gran M amarilla que me facilita las cosas. 

Estás sola en el extranjero y tienes hambre. Un hambre terrible. No soportas la idea de engullir otro sandwich de atún con tomate. Prefieres una cálida hamburguesa. Buscas y rebuscas en el mapa esa letra Maravillosa... En Roma los esconden un poco, en Paris son Mcdós, en Londres viven desde hace milenios y en Dresde no abundan. Sabes que aunque no hables el idioma es fácil. Las tres preguntas son:

- Tamaño (dices la palabra que hayas entendido y hecho): mmm... Large! Mitte! Petit !
- Bebida (es la más sencilla): Coke/Cola/Coca y variantes...
- Con ketchup, katchup, ketchúp... 
-Y para tomar o llevar take away lo entienden todos... 


Quizá lo único que le falta a esa hamburguesa es la compañia. Siempre he dicho que ver a una persona comiendo sola es de lo más triste que hay. Pero siempre habrá alguna paloma que quiera comer contigo...


lunes, 18 de junio de 2012

Canción a las orillas del río

El río Elba es una tentación. Para el romántico. Para el suicida. El río Elba es inspiración. Para el poeta, el fotógrafo, para el escritor. El río Elba es color, para el cielo gris y los edificios negros. Para el dolor. El río Elba es reflejo de lo mejor y de lo peor. Es paisaje para el pintor, motivo del mejor amor y de la peor de las despedidas. El río Elba es soledad y pastor de caminantes sin salida. El río Elba soy yo.

sábado, 16 de junio de 2012

Empty blue

Tilmar cogió como cada mañana el Straßenband en Bühlau. El cielo amaneció gris, tenía el sabor del café en la boca. Vivía con dos suecos en un piso a las afueras de Dresde. Trabajaba en una aburrida oficina cerca del Altermarket, en el centro de la ciudad. Llevaba una vieja novela de su hermana Anna. Era la típica novela bien escrita que nadie conoce. Estaba inspirada en la vida de una mujer que vivió en los campos de Siberia, una trágica, pero preciosa historia sobre el amor de una madre, el amor de una mujer...
Tilmar en el fondo de su alma era un romántico asesinado por la monotonía del café diario. Él soñaba con vivir esas novelas, poder expresar ese amor por alguien. Miró distraidamente a su alrededor. Todas las mujeres o eran mayores que él o llebavan graciosos bebés en brazos. Las paradas que se sabía de memoria cada vez se hacían más y más largas. En el hospital de St Joseph se subió una chica, morena con un cochecito vacío. Tilmar la miró detenidamente. Tenía el pelo moreno, casi negro. Llevaba una coleta no muy larga y un colorido fular de flores. Llevaba las uñas perfectamente arregladas, en un tono rosa claro. Vaqueros y zapatillas de cordones. Quedaban tres paradas para Albertplatz y Tilmar seguía sin explicarse por qué llevaba el carrito vacío, algún niño tendría que haber, si hay carrito es que hay niño. Llevaba un bolso lleno de cosas. Se levantó de su asiento y se acercó a ella, a la puerta, pero ella estaba allí con su enorme carrito azul vacío. Miró lo que pudo dentro del bolso. Había un tupper con manzana cortada y pelada, llevaba también una cámara de fotos. Una parada y Albertplatz. Ella se levantó y cruzó sin querer su mirada con la de Tilmar. Sonrió, era una agradable y sincera sonrisa. Tilmar se quedó sin respiración. Tenía unos ojos preciosos, no era guapísima pero a él le gustó. 

- Te han robado al niño...
- Jajaja... Eso parece. 

No había más que decir. Las puertas se abrieron en Albertplatz y Tilmar se fue hacia Hauptstr. Andando. Con su novela vieja, sus zapatos de oficina y la horrible sensación de haber dejado pasar la oportunidad. Se colocó en el enorme cruce que separa las dos aceras y miró a la derecha a ver si no venía ningun coche. Ahí estaba su huérfana de hijo, mordiéndose las uñas mientras escribía en el móvil. Le daban una segunda oportunidad. Se echó para atrás, por un día cruzaría en verde la calle. 

- ¿Buscando al niño?
- Te veo intrigado por la soledad de mi carrito. Está en la guardería, yo le  cuido en casa. Se llama Mattis y está bien. 
- No sabes cuanto me alegro de que tú le cuides. 
- ¿Ah sí? Y eso por qué, ¿le conoces acaso?
- No, pero quiere decir que...
- ¿Qué? 
- Está verde.
-¿Quiere decir que Mattis está verde? Eres muy raro...
- No, que ya se ha puesto verde ¿cruzas? Ah mierda, ya está rojo otra vez. Tendríamos que haber cruzado. 
-Pues no haberte puesto a decir que conocías a Mattis...

Cruzaron por fin los dos juntos. Tilmar miró al cielo y pensó que coger el 11 cada día le había servido de algo.

Fahrrad

Hablo de la mirada, de una acera a la otra...

Dos ruedas y un freno. El puente de Albert. El río debajo de nosotros. Están haciendo obras con lo que en hora punta se producen pequenos atascos. El semáforo está en rojo. Miras prudentemente hacia delante. Lleva gafas y su bicicleta es roja, siempre han sido tus favoritas, las bicicletas rojas. Aguantas la mirada y pese al reflejo del sol en sus cristales percibes que él también. Por un instante olvidas que llegas tarde a clase de piano y deseas que el hombrecito rojo sea eterno. Pero todo se acaba en este mundo y el verde berlinés da paso a los railes que quiebran la conexión de vuestras miradas. Sueltas el freno y cruzas de acera. Prefieres no mirar atrás, estará lejos. Estará con ella en el café que tanto te gusta de Bömischstr. Estará llevándola a lo loco por Rosa-Luxemburg Platz... Vas muy despacio con los ojos llenos de insignificantes lágrimas, vas demasiado lenta... Te pitan por detrás, dejas paso. Miras, lleva gafas y su bicicleta es roja, siempre han sido tus favoritas, las bicicletas rojas...

jueves, 14 de junio de 2012

Kurzbeschreibung

Calvo. Barba canosa y pelirroja. Blazer azul, camiseta marrón. Vaqueros blue marine y zapatillas chocolate. Bolsa cruzada a un lado llena de partituras. Hombre alemán a las puertas de la ópera. Dresden.

Yo,

Como me gusta caminar siendo turista sin parecerlo. Escondo el mapa y los flashes los reservo para cuadros memorables. No soy japonesa así que no me veo obligada a hacer fotos de los carteles en los museos o a llevar ridículas viseras. Disimulo ser de allí sin ser rubia, alta y guapa. Porque no me gustar estar perdida en una ciudad, prefiero conocérmela tan bien como cualquiera de sus habitantes.

Angelus

Son las 12 de la mañana. Ha llovido, huele a pasada primavera. Por la calle se mezclan olores; hay comida en el aire. No estoy en Madrid. Son las 12 de la mañana.

martes, 12 de junio de 2012

Die Hose

Estaba apoyada en la ventana leyendo a Waugh. De pronto fue una luz, pensé que era un reflejo en mis gafas. Pero no, se repitió tres veces. Me asomé timidamente al balcón y vi que era el mechero de mi nuevo vecino. No, Enid tranquila, no es un pirata haciendo señales desde el río. Me quedé mirándole. Fumaba con muy poco estilo mientras tendía un vaquero. No sabe tender el pobre. 

- Es mejor que lo pongas del revés. 

Se le cayó el cigarro y empezó a buscar por el patio una cabeza asomada hasta que recayó en la mia...

- ¿Del revés? 
- Si, lo que estás poniendo arriba lo pones abajo y así.
- Ah claro, qué imbécil.
- No, no es de imbécil es de no saber hacerlo. Parece que no hayas tendido en tu vida. Esas camisetas no se van a secar en tres días si las sigues poniendo arrugadas ahí.

Supongo que no dijo nada porque se cansó de mi sonrió y volvió dentro, a casa, a su casa. 

Yo me acomodé de nuevo en mi libro, supongo que de tanto leer ya no sé tratar a las personas de mi tiempo. No debí haberle dicho nada, le he asustado.

Mi protagonista se trasladaba a Londres cuando volví a ver el reflejo en la ventana. No le di importancia. Sería otro vecino, otro mechero, otro vaquero mal tendido. Pero se repetía y se repetía. Me volví a asomar. 

- No me has dicho tu nombre. No sé a quién le debo el honor de tener mañana pantalones secos y bien tendidos...
- Enid... 
- Hans.
- Encantada. Los calcetines ponlos por parejas así al destender no se te lían unos con otros y es más fácil tenerlos iguales... 

Se rió. Es muy simpático. Es mi vecino y espero que aprenda a tender, nunca quise estar casada con un inútil. Casada... creo que al final acabaré casándome con un libro, de algún inglés mal tendido...

domingo, 10 de junio de 2012

Möglicherweise

La vi saliendo del 11 en Albertplatz. Llevaba la cartera en la cabeza porque le sorprendió la lluvia. Casi la atropella un coche en el paso de cebra, se resbaló con el tacón. La vi desvanecerse en un millón de gotas de agua. La chaqueta mojada hacía más pesada su vuelta a casa. Me levanté como un idiota del banco y corrí calle abajo hasta el cruce con Louisenstraße. La llamé por su nombre: Maleah. Se giró, vi la luz en sus ojos y me atreví a dar un paso más. La lluvia no paraba, todo daba igual, nos habíamos encontrado. Habíamos superado las barreras del destino, habíamos burlado otra vez los comentarios de los sabios. La cogí fuerte de la mano y me dio la cartera, pesaba bastante. Antes de llamar a su casa me dijo que volvería, como antes, a bailar a las orillas del Elba nuestra canción favorita.

Morgen

Me levanto mecánicamente a las siete de la mañana. Abro la ventana y empiezan a oirse pájaros en la ducha. El desayuno se agradece después de una noche a base de Kartofeln Salad. La cocina es un desastre wie immer so te pones a canturrear mientras rellenas el lavavajillas. Llegan chillando en alemán tres cabecitas curiosas y te piden tiempo para dibujar, cantar o ir a Alaunspark a revolcarse en la arena. 

Comes a las 12 sin entender la mitad de la conversación y vuelta con tu amiga la valleta. A las 15 duermes una especie de siesta y el llanto de Lotte desbarata tus planes de seguir con The Help... Por la tarde hace sol y te apetecen unas fotos, coges a Lotte y hasta Haupstraße caminando. 


Llegan las 7 y aqui todo el mundo a cenar. Dormir, leer, rezar y Morgen será otro Tag.

Jule

Enciende una vela en cada comida y la apaga al terminar. Tiene los dedos redondos y las unas bien cortadas. Tiene manos de chelista. Sonrie y te abraza si al día siguiente no te va a ver. Tiene los ojos germanamente azules y se iluminan cada vez que oye a la pequeña Lotte decir mamá. Pasea por su ciudad al ritmo de Haendel. Empieza a llover y Juliane corre a refugiarse bajo la parada de Albertplatz.

sábado, 2 de junio de 2012

Nostalgia

No estaré en el gazpacho con el bañador mojado. No voy a estar a las 11.30 en la piscina. No voy a pasar calor disfrutando la película de por la tarde. Este año me pierdo el hielo en la coca-cola y la ensaladilla rusa. No estaré en su primer largo ni en el chapuzón que abra el sueño de una noche de verano. No dormiré la siesta en el césped a la sombra. 
Estaré buscando un jersey para bajar a jugar al parque, cogeré el tranvía los domingos por la mañana y atravesaré corriendo el río Elba. Enmarcaré fotos y mandaré cartas, rezaré por vosotros y recibiré vuestras oraciones. Hablaré en una lengua extraña en honor a mamá e iré a museos pensando en papá. El verano es muy distinto, pero no me quito de encima el salón oscuro huyendo de la temperatura del sol. 

viernes, 1 de junio de 2012

Der Weg à suivre

Se paró el autobús y llego a su destino. Estaba en medio de una plaza, no muy grande, pero plaza al fin. Llena de coches y niños saliendo de clase. Llevaba su enorme maleta y mucha emoción en el cuerpo. Le dolían los pies, el avión nunca es bueno para ella, en ninguno de los sentidos. Esta vez por lo menos no lo había perdido. Llevaba un moño bien atado y una botella de agua media vacía. Se sentó en un poyete de la calle temiendo que alguien la echara de allí. Le habían avisado que llegarían tarde, no le importaba esperar. Pensaba en qué decir. En si se acordaría de la frase que tanto había ensayado. Pensaba en sus hermanas que la habían despedido tan cariñosamente y pensaba... Llegó quien esperaba y su mente se quedó en blanco más bien gris porque logró articular un tímido "Hallo..." Miró al cielo nublado, pidió que todo saliera bien, que no se olvidara de nada y que jamás olvidara aquel viaje.