viernes, 24 de noviembre de 2017

never grow weary

A veces, se plantan en mi cabeza recuerdos nítidos de cosas que jamás han ocurrido así. Supongo que no serán recuerdos entonces. Pero los rememoro como si lo hubiera vivido. Puedo verme de nuevo abriéndote la puerta a eso de las 7:30, cuando ya empieza a oler a cena porque los niños tienen clase mañana. Entras, joven y cansado, sonríes y coges en brazos a Manuel que se te acerca gateando por el pasillo. Yo llevo esperándote todo el día, estoy deseando contarte mil cosas. Pero me paro y pienso que quizá tú también tengas que contarme algo. Pero preguntas tú primero, porque en lo bueno siempre te adelantas. Te beso y nos quedamos abrazados dos segundos, no más, porque se me quema el aceite en la sartén, y te cuento quién me ha llamado esta mañana. Y que he conseguido cerrar el proyecto con los de la empresa de Londres que me pedían unos plazos incomprensibles, y te comento, de pasada, que te va tocar aguantar una reunión con la jefa de estudios porque no pienso ir sola esta vez. Lo de Pedro no tiene nombre. Entonces me miras, sonríes y preguntas qué huele tan bien, yo miro la sartén y vuelvo a mi realidad, salgo del recuerdo que estaba viviendo. Estoy haciendo palitos de pescado y se van a quemar. 

No estás en casa porque vuelves mañana de un viaje rollo, de esos de trabajo a los que no me apetece ir ni a mí. Vuelves mañana y entonces sí te abriré la puerta llena de ganas de abrazos, sofá y pelis con los niños. Entonces será verdad. 

Son partes del sueño en el que vivimos, entiéndeme. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

Still missing,

Sigo mirando tus fotos. Sigo queriendo saber cómo estás, poder llamarte y contarte las chorradas que siempre me has escuchado. Sigo deseando salir de casa y ver tu coche aparcado enfrente y tú apoyado mirando algo en el móvil. Sigo pensando que fuiste lo mejor que nunca jamás he recibido. Sigo sin olvidarme de salir a correr por donde me enseñaste. Sigo arrepintiéndome de enfadarme con los niños, sigo pensando que tú lo hacías mejor. Sigo estando perdida sin ti por las noches, sigo esperando a verte por las mañanas, pienso que te escondes en el baño para darme un susto y me encantaría que me dijeras que voy guapísima todos los días. Sigo sin creerme que te hayas ido y sigo esforzándome cada mañana para que no se note. Sigo teniendo nuestra foto en París encima de la mesa, y sigue doliéndome el alma cuando pienso que nunca más te volveré a besar. Sigo sin saber llegar a los sitios sin GPS, me imagino que vas al lado dándome indicaciones y a veces llego a enfadarme contigo sin saber que ni estás. Sigo buscando sitios bonitos por Madrid para que nos regalemos una cena. Sigo llorando como una idiota cada vez que cojo la línea 10 y recuerdo cómo nos conocimos. Sigo haciendo excursiones con los chicos porque me lo pediste. Sigo rezando siempre lo que rezábamos juntos. Sigo, y seguiré echándote de menos...

jueves, 31 de agosto de 2017

Come back

Acababa de despedirme de Mrs McRally, que suele pasarse los domingos después de misa por mi panadería, cuando le vi cruzando la calle. Robert Hollzman. Me puse bastante nerviosa. Estaba más joven, quizá más guapo. Es imposible que estuviera más joven, hacía cuatro años que no le veía. Venía directo a la panadería. 

- Marco, atiende al próximo cliente, tengo que comprobar unas cosas del almacén. 

Me escondí detrás de la puerta y escuché la campanita de la entrada. 

- Hola, buenos días. ¿Claire Murray sigue trabajando aquí?
-Oh, sí, por supuesto. Es ella quién hace todo esto. Ahora está ocupada, ¿le puedo atender yo?

Parecía como si Marco se estuviera enterando de quién era aquel hombre. 

- La verdad es que me gustaría verla a ella. ¿Podrías llamarla?
- A la señorita Murray no le gusta que la molesten cuando está en el almacén. Me temo que tendrá que conformarse conmigo. 
- No te preocupes, ya vendré en otro momento. ¿Le dices por favor que Bobby el flaco ha venido a verla?

Menudo payaso, ¿esa era su estrategia? ¿Tirar del baúl de los recuerdos para recuperarme? Bobby el flaco... 

El caso es que volvió al día siguiente y me pilló desprevenida. Quería tomarse un café conmigo. Que cuándo podría ser, que cuándo estaría libre. Me habría gustado decir que nunca. No tenía tiempo para seguir perdiéndolo con él, ya perdí un año intentando que pasara algo y lo pagué. No habían sido los mejores años de mi vida después de que Bobby se fuera a buscarse la vida a Nueva York. Y quién sabe qué es lo que pensaba de mí, qué es lo que habría oído. 

- No sé nada de tu vida. Y si no me lo quieres contar, no me lo cuentes. Yo quiero tomarme un café con la Claire de siempre, la que hacía scones para toda la clase. La que cantaba en todas las fiestas, la que no dejaba que la tocara nadie. 
-Está bien, esta tarde. ¿A las cuatro te viene bien?

Estuvimos paseando hasta que se hizo de noche y a partir de ese día salimos a pasear varias tardes. Me contó que encontró un trabajo maravilloso en la ciudad y que lo dejó porque echaba de menos la granja de sus padres y quería comprar tierras y ocuparse de un rancho, y que lo llamaría Strawberry Fields como la canción de los Beatles. Me reí porque a él no le gustaban los Beatles, lo decía por quedar bien conmigo, supongo. El caso es que me estaba dando cuenta de que el Bobby que se fue no tenía nada que ver con el hombre que me contaba todas estas cosas, que escuchaba atentamente todas mis equivocaciones y parecía mirarme con más cariño cada vez que oía "Soy un desastre", "no sabes lo que es ser un desastre, Claire". Semanas después compró aquellas tierras y colgó el letrero de Strawberry Fields en la entrada. Compraríamos vacas, cerdos y ovejas y yo seguiría con mi panadería. 

El plan funcionó y me di cuenta de que la frase de Jane Austen es muy cierta "No es el tiempo ni la ocasión los que determinan la intimidad: es sólo el carácter, la disposición de las personas. Siete años podrían no bastar para que dos seres se conocieran bien, y siete días son más que suficientes para otros" Nosotros con siete días tuvimos suficiente pero a Bobby le costó decidirse otros 4 años. Pero mereció la pena. 

viernes, 4 de agosto de 2017

A lo loco

Era un momento crítico. En qué momento se me habría ocurrido decir eso. ¿Valiente yo? Para qué... Madre mía. Estaba sentado en un café de Lisboa, uno que a Em le encanta, le priva, como ella dice. Hace cuatro meses encontré el trabajo de mi vida, y Em llevaba un año en una revista, se ocupada del diseño digital y no sé qué más. Nunca sé explicarlo bien. Pero a ella le encanta. 

- Em, he pensado que es una tontería no casarnos ya. 
- What? Jajajaja, ¿lo estás diciendo en serio? No me lo puedes pedir así, un día cualquiera porque te brota. Jo, Manu, ¿en serio?
-Claro que es en serio, si no nos hemos casado antes es porque no habríamos sobrevivido solo con lo que te pagan en esa revista. 
-Pues haré como si no lo hubiera oído y me lo pides otro día en serio.
-Se lo pediré a tu padre first, si me dejas. 
- Jo, me fastidias toda la sorpresa, Manuel...
- Si tú no has oído nada.
- Jajaja bobo. 

En fin, que la he liado parda. Siempre, en todo lo que he hecho, me ha quedado la sensación de llegar siempre tarde. A parte de que hay veces que es literal, si una fiesta empieza a las 10, yo llego sobre las 12. Sin embargo, con Em estuve acertado, llegué en el mejor momento, en realidad para ella no hay momento malo. Por eso, tampoco quiero llegar tarde para casarme con ella. Creo que ahora es el momento. Se lo he pedido a su padre esta mañana, la verdad es que no hay hombre más fuera del mundo que él, o sea que no sé si se ha enterado mucho de lo que ha pasado. 

- Em, te quiero.
-Y yo Manu, te quiero mucho.
- Pero que yo te quiero para toda la vida. ¿Te casarías conmigo?
- Sí, me casaba mañana si pudiéramos.
- Boba, que lo digo en serio, ¿te quieres casar conmigo?

Creo que no he llegado tarde. Em, se ha echado a llorar, y está guapa hasta cuando llora. Nos casamos ya, no mañana, pero en cuanto haya fecha libre en una capilla chiquitita que siempre nos ha gustado.

 Creo que en marzo hay un sábado libre. 


sábado, 8 de julio de 2017

Desperate for wings

Tengo la sensación de no encajar, de no poder permanecer demasiado en un lugar porque no pertenezco a él. Sé que me queda camino por recorrer y a la vez entiendo que todavía no he encontrado mi camino. No es que no sueñe con algo, que no tenga aspiraciones, que las tengo; sino que pienso que en algún lugar está al que yo pertenezco. Querría escapar en un avión para encontrarme con ese lugar. Me gustaría descubrir los ojos en los que me encuentre, los ojos que me den el sí a los sueños que podamos compartir. Quizá debería haber nacido en otro momento. Tengo la sensación de que hago doscientas cosas sin hacer siquiera una que corresponda a lo que hace latir mi corazón. Veo a mi alrededor a mis amigas que se casan, que se mudan a otros países y yo sigo anclada en Madrid. Fumándome las horas libres, dando mi tiempo a cualquiera que necesite mi ayuda, quizá de manera egoísta por llenar mi horario, por mantenerme ocupada sin llegar a hacer algo realmente. Querría escapar hacia lugares a los que nunca he ido. Querría tener un alguien a quien contarle todo esto, querría tener un acompañante en mi camino. Siento que lo mío es un camino a la perdición, llegaré a los 30 sin saber a qué sabe una noche a solas con el amor de mi vida. Todo esto suena muy suicida, y seguro que ninguna de mis amigas se lo cree si les digo que es cómo me siento casi todos los días. Menos los cumpleaños de mis hermanos, y mi abuela, el resto de días me siento fuera de lugar, me siento un lugar en mí misma, aislada. Sola. Perdida. Sé que el cielo es largo, y los aviones van cada vez más rápido, sé que llegaré a mí destino, quizá no a los 31 que cumplo en agosto, sino a los 45 que cumpliré algún día. Solo sé que existe ese lugar, en el que yo, empezaré a ser, a vivir, a respirar los sueños que llevo planeando y parece que Madrid no cumple. 

viernes, 2 de junio de 2017

Calendarios

Hay inviernos que duran demasiado, hay eneros que no se acaban y febreros llenos de semanas. Sin embargo, me encanta que vuelvan, me encanta levantar la hoja del calendario y ver que pone enero, en todas las lenguas posibles porque sigo poniendo los calendarios que me regalabas de tus viajes. Adoro el sentimiento de nostalgia de echarte tanto de menos que se me anude la garganta y me salgan pequeñas lágrimas que no duran ni un minuto. Hay inviernos que duran demasiado pero nunca tanto como el que pasamos aquel año, jamás podría haber imaginado que no te volveríamos a ver. Recuerdo despedirte en el aeropuerto el dos de enero, cargado de comida en conservas porque no te hacías con la cocina de aquel piso de Rotterdam, papá y yo no llegamos a verlo nunca. No pudimos ir a recoger tus cosas, era demasiado para los dos. Hay inviernos que duran demasiado, pero todos son pequeños comparado con la alegría que viví el día en que te vi por primera vez. Recuerdo todo tan bien, papá dirá que es mi memoria, pero yo sé que la tengo normal como todos los demás. Me viene a la cabeza la imagen de tus manitas agitándose en el aire para pedirme que te sacara de la cuna. No olvido la intensidad con la que gritabas porque te estaban saliendo los dientes, tu sonrisa el primer día de guardería, y lo que lloraste cuando supiste que no te podía acompañar yo. Te echo de menos en las cosas más inesperadas. Pocas veces llego a la cocina y sigue tu taza a medio beber del desayuno, tus hermanos lo dejan todo recogido. Ya no hay nadie, nadie que me descubra canciones nuevas y me haga escucharlas durante horas. Te echo de menos casi todas las horas. 

Dicen: con el tiempo, las cosas se pasan, yo espero que nunca se me pase la ilusión de que llegue enero, y acordarme de cómo me mirabas la primera vez que estuvimos juntos. A ver cómo me miras la próxima vez que te vea. 

viernes, 26 de mayo de 2017

Satisfaction

Llevo toda la semana escuchando como un perro gime angustiado en el patio del edificio de la oficina. Empieza un poco después de las 9:30, cuando llego yo, siempre tarde. A veces, comentamos "pobre perro", "habría que ver qué le pasa"... A mí se me ocurren mil cosas, puede estar muerto de hambre, de sed. Puede que su dueña se vaya pronto, y se quede solo hasta las 8:00 que vuelva cansada del trabajo, y solo le dé tiempo de sacarle 10 minutos por el barrio. Escuchando al perro, se me ocurría también pensar en cuántos de nosotros no estaremos así por dentro: solos, muertos de sed de algo más, deseando salir de donde estamos. Llevo 4 años encerrada en estas cuatro paredes; desde hace 2 meses, me reservo los martes por la tarde para buscar otro trabajo. De vez en cuando, me llegan ofertas maravillosas en Nueva Zelanda, en Italia o en Chile, y envío mi currículum corriendo, emocionada. Llego a casa y se lo comento a Lucas, y nos ponemos como tontos a pensar en cómo serán las casas en Nueva Zelanda. Y quizá nos dura un par de días mirando precios de vuelos para allá, hasta que una semana después recibo un mail de "disculpa, hemos encontrado ya un candidato para el puesto, suerte en tu búsqueda" y sientes cómo se apagan las luces de la casa, con otro acento, como gimiendo de hambre, de sed de algo más. Pedimos todos los días que se cumplan los sueños que teníamos, y a veces, cuando dejo de quejarme, cuando tengo un día bueno, miro a mis hijos y entiendo que mi sueño está cumplido. Miro a Lucas, y entiendo que lo tengo todo, todo lo que siempre soñé. Se trata de no hacer de tu vida el trabajo, sino de saber que lo fundamental, lo que hace que tu corazón no deje de latir es la sonrisa de Gloria al llegar a casa, o la satisfacción de Marcos cuando ha terminado los deberes. La alegría de mi marido al despertarse a mi lado cada mañana.

 * * *
Ayer descubrimos que el perro vive en el 5º, parece que está solo, a su dueño han debido darle un trabajo en Nueva Zelanda y se ha ido a cumplir sus sueños. 


domingo, 2 de abril de 2017

Superbe

Fue cuando todas pensábamos que se había terminado. Que Ivy estaría acabada, que no encontraría la salida. Se conocían de las clases de teatro y los dos seguían ese ritmo de vida desenfrenado con aparencia legal, esa gente civilizada que en realidad cultiva una segunda identidad llena de extravagancias, y no todas sanas. Ivy estaba locamente enamorada de él, locamente hasta el extremo. Era una persona de extremos y sin embargo nunca habríamos adivinado cómo reaccionaría cuando Mel la dejó aquel día. Llegó a casa con una cerveza en la mano después de haber llorado hasta quedarse seca.

-Es un capullo.
-Ivy...

Nos quedamos sin palabras, nosotras siempre lo habíamos pensado, nunca quiso escucharnos. Cuando en una relación todo se vuelve como él es y no es una perfecta unión de dos individualidades irrepetibles, no suele ir por buen camino. Ivy se sentó en el sofá y siguió llorando como si no estuviéramos. 

-¿Qué quieres cenar?
-No tengo mucha hambre la verdad. 
-Ok...
-Estoy dándome cuenta de todo ahora, quizá es la cerveza. Era y es una mala persona y yo jamás le vi. Le quiero y le querré quizás siempre, pero no le necesito, no necesito nada que destruya lo que soy. "Soy el punto sobre tu 'i' , Ivy, somos la unión perfecta", seguro... 
-Ivy, deberías beber agua y acostarte. 

Ella lo daba siempre todo por él. Si tenía que ayudarle con sus redacciones de alemán, le ponía hasta la última coma y todo con el mayor cariño. Si Mel necesitaba espacio ella se iba de viaje hasta que él volviera a estar bien. Nunca vimos que la suya fuera una entrega interesada, le quería, y se conformaba con que él quisiera seguir a su lado. 

-No eres el punto sobre mi 'i', Mel Granier, no necesito ningún punto, mi vida es una 'i' en mayúscula. Me lo voy a tatuar, una gran 'i' en el antebrazo. Yo necesito una consonante que alargue el sonido de mi 'i' que cada vez la haga más grande, más sonora y más bonita. ¿Llegará esa persona, Martha?
-Seguro que sí, Ivy, tú te mereces lo mejor porque siempre das todo, y algún día recibirás aún más.

Siempre había sido alguien sensible pero sensata, se dejaba llevar por el corazón unido siempre a la cabeza. Ivy era una 'i' mayúcula en toda regla. Era una personalidad arrolladora y todas sabíamos que siempre sería feliz. Aquel año se le cruzó un chico que se enamoró tanto de ella que jamás volvimos a ver a Ivy llorando en el sofá, y su sonrisa era cada vez más definitoria de lo que estaba viviendo. 

Hoy, al verla en el hospital con su niña, que acaba de nacer, no he podido no acordarme de la Ivy que se bañaba en aquella cerveza quitapenas que no tenía nada que ver con lo que ella es. Una 'i' en mayúscula.

sábado, 21 de enero de 2017

Conversação

- Cuando esté en Lisboa, voy a pintarme los labios todos los días.
- ¿Por qué?
- Ya sabes, para estar preparada. 
- ¿Para qué?
- Para lo que sea. Quiero estar a la altura... ¿No te suena Lisboa a esquinas inesperadas, a bares llenos de gente genial, a que siempre parezca que estás de vacaciones? ¿No te huele como a comida rica y eternas conversaciones con buena música de fondo? 
- Nunca he estado en Lisboa...
- Yo tampoco boba, pero,  ¿no te recuerda como a vivir en una peli y llevar ropa ideal todos los días, a tener excusa para ponerte sombrero y a que siempre haga bueno?
- No.
- Jo, Gloria, ¡que poca imaginación tienes! Pues a mí sí, y te prometo que en cuanto ponga el pie en Lisboa el lunes, me sentiré como si fuera agosto.
- Pues eres tonta, porque estamos a 21 de enero.
- Déjalo...