domingo, 21 de febrero de 2016

Desgarro

Creían tener el mundo bajo sus pies. Creían ser felices hasta el extremo, pero se toparon con un vacío inexplicable para sus inocentes almas. Incapaces de llenarlo, en vez de retirarse del combate, siguieron luchando hasta agotar sus fuerzas, hasta olvidar sus sueños, hasta perderlo todo... No supieron dónde llamar para encontrar el valor necesario, para darse cuenta de que no caminaban en la misma dirección, para decirse a la cara que, ciertamente, se habían equivocado. Poco a poco fueron minando sus autoestimas, llegando incluso a anular la capacidad de amar sinceramente, como hicieran en un principio. Llegaron a ser insensibles al sufrimiento. Inertes cuerpos que caminaban a veces agarrados de la mano, y otras confundidos por el ser que les acompañaba. Las lágrimas sustituyeron a las canciones que llenaban sus horas y los pianos dejaron de sonar. 

Un día, en el silencio que empezaba a ser narrador de sus historias, ella levantó la voz bañada de lágrimas y esbozó un adiós, no un hasta luego. El adiós más largo que jamás había pronunciado. Entonces vieron como sus caminos en realidad nunca fueron el mismo, que sus ilusiones no eran sueños vistos desde diferentes perspectivas, sino distintos modos de vivir. Tardaron en encontrar sus vidas, en recuperar sus sueños, en ser capaces de amar sinceramente. Pero con los años, se dieron cuenta de que solo podían agradecerse el uno al otro las lecciones aprendidas, el perdón concedido y el amor recibido, que aunque fue incompleto, siempre fue sincero. 

sábado, 6 de febrero de 2016

Fotografía

Quitando el polvo el otro día, me encontré con esa foto que tanto te gustaba. Estamos los dos muy jóvenes, tú tendrías 28 años; acababan de darte esa plaza en Londres y yo había ido a verte. Salimos apoyados en una cabina telefónica, yo me río a carcajadas y tú me miras como con ganas de darme un beso. Me puse a buscarle un marco por toda la casa y no di con ninguno de su tamaño. La he colocado en uno mucho más grande que la foto, encima de mi mesilla de noche. Ahora la miro siempre al acostarme, rezo y te dejo darme el beso que querías darme en la foto. Cómo echo de menos hablar contigo después de cenar, tus ojos a mi lado por la mañana, tú leyendo en el sofá... Me siento valiente, ¿sabes?, valiente de poder mirar la foto cada noche, de no hundirme en la miseria después de hacerlo, de poder salir de la cama todas las mañanas y tener ganas de desayunar. Hace cinco años que no abro ninguno de los mil álbumes que hicimos aquel verano. No me atrevía, no podía revisar toda nuestra vida y no pensar que Dios era injusto conmigo, no podía no reprocharle cada mes de febrero que había pasado sola, sin poder celebrar nada. Ahora voy mejor, sé que te estás riendo de esto pero no tiene ninguna gracia, no llega el día que pueda decirte a la cara de nuevo lo muchísimo que te echo de menos. Ordeno muchas veces tus jerséis y debo parecerles a todos una loca. A las niños no se lo cuento, pero plancho de vez en cuando tus camisas, no porque quiera, sino porque me las encuentro, todas arrugadas al fondo de cualquier cajón y no puedo no pensar que te la vayas a poner arrugadas. Son como ángeles, un poco crueles, pero ángeles, que me hacen repensarte a cada hora. Ya soy una vieja boba, y me quejo mucho, pero quiero estar contigo, o que tú vuelvas a estar aquí. No sabes la de nietos que te estás perdiendo, les cuento siempre tus historias pero siempre pienso que tu versión era mejor. A las niñas les cuento lo maravilloso que eres, que eras, y siempre me piden que les repita lo que nos pasó en Praga con el chico del taxi, les encanta esa historia. 

Hoy al mirar la foto antes de cerrar los ojos, he repetido eso que me decías siempre, "esperar no es nada malo, si esperas encontrarás recompensa". Llevo esperando ya muchos años sola, espero que hoy sea la última noche que miro la foto antes de dormir.