miércoles, 18 de julio de 2012

Pretty face

Tenía veinticuatro horas para decidirme. Ir o no ir. Dejar pasar la oportunidad y olvidarme de su risa. Maia iba a estar dos días en Berlin. Iba a conocerlo a solas con su flash y una botella de agua. Yo solo tenía que coger el primer tren a la capital, recoger su soledad y tirarla al frío del invierno. Maia no sabía nada, seguía siendo tan adorable como siempre, con sus ojos verde aceituna y sus panuelos de flores. Iba mochila al hombro por la vida. Le gustaba leer y llevaba siempre un cuaderno lleno de apuntes. Nunca me dejó leerlos.

Llegué a Berlin tres horas después de que hubiese llegado ella. La llamé sin decirle que estaba allí. Me dijo que estaba contenta que no sabía como había conseguido alquilar una bicicleta y estaba recorrieno la orilla del muro. Le gusta hacer fotos de carteles, de senales de tráfico y pancartas. Berlin está disenado para ella. Colgué mandándole un beso y corri haci el metro. Me bajé cerca y empecé a caminar en una dirección cualquiera. 

Se había sentado. Estaba escribiendo algo en su pequeno diario. Llevaba un abrigo azul hasta el suelo y estaba más delgada. Hacía solo una semana que me había escrito. Empecé a silbar esa canción y levantó la vista. Cerró el cuaderno y cruzó las piernas. Nunca lleva vestido, o eso me dijo. Llevaba unos vaqueros rotos, los de siempre, las zapatillas de siempre y las unas bien pintadas. 

Se levantó y sin mirarme siguió andando. Me desconcertó un poco pero enseguida extendió su mano para que yo la cogiera. Creo que hice bien, necesitaba conocer Berlin a su lado, a su lado todo es mejor.

Geheim

No ha parado de llover en toda la semana. Echo de menos los paseos en bicicleta hasta a través del Rosengarten y la lluvia caminando por Rothenburg str. Solo hace cuatro días que te has ido, solo hace un mes que te conozco. 

El otro día cogi el 12 y me baje en Prager str. Anduve perdida mirando escaparates, me compré una camiseta por diez euros en el H&M y un zumo en el Starbucks. Me salté todos los semáforos y entré al calor de la catedral. Me senté en la capilla de la derecha, suelo pasar allí un rato todas las mañanas. Pero nunca había llorado. Tú no sabes que voy allí todos los días, es mi secreto, rezo por tí y por mí. Pido poder sentarme contigo algún día a contárselo todo, a confiárselo todo. Sigo esperando en la parada de Theaterplatz. Seguiré esperando a que nunca pase nada, a que nunca paseemos juntos por el Elba, a que jamás me vuelvas a abrazar.

martes, 17 de julio de 2012

Const.

Conocí tu casa contigo. Con tus bermudas azul oscuro y tu sonrisa de idiota al escuchar mi voz. Conocí tu casa paseando a tu lado, hablando de nada.

 Olía a libertad y vacaciones. Pasaban las horas al ritmo de la ropa seca en verano. No nos dimos cuenta de que el tiempo también sabe volar. Siempre se ha dicho, pero no todos lo experimentan; la sensación de no poder recuperar lo perdido. Han podido ser ocho horas pero para ti han sido dos breves conversaciones. 

Conocí tu casa de noche, a la luz de las velas.  Bob Dylan lo adornó todo con un par de canciones que me habría gustado bailar contigo. Los días pasan y ya no he vuelto a tu casa, el verano continúa pero Bob se ha callado...

lunes, 16 de julio de 2012

Reisen, voyager, travel, viajar...

El otro día pensé que debería dejar de viajar. No es sano. Luego me enamoro de todas partes y nunca tengo tiempo ni dinero para volver. Es una droga. Como si me gustara lo mal que lo paso embarcando, haciendo la maleta, que si no sé llegar al sitio, las pilas de la cámara que me la juegan con la low battery que tanto les gusta... Pero cómo se disfruta cada atardecer a las orillas de cualquier río, la risa de la persona a la que conoces, la canción que escuchas al pasar por aquel restaurante, los billetes de tren, metro o tranvía que guardas religiosamente en la cartera, los paseos bajo una lluvia inesperada o los calores bajo el sol en cualquier plaza vacía. Los colores de cada ciudad. Los hombrecillos de los semáforos. Aprenderte el nombre de las calles... Pero repito no es sano, luego toca volver. Empaquetarlo todo de nuevo. El momento en el que parece que los calcetines se reproducen porque la maleta no cierra. Despedirte de cada piedra, de cada nombre. Nadie (y siempre lo digo) te dice que vayas a volver. 

Es repetir un adiós y temer siempre el hasta luego. No es sano pero, lo necesito. Soy una adicta, lo siento.

viernes, 13 de julio de 2012

Bitte, zusammen.

Y vendremos desde lejos, corriendo como en las películas. Y lucharemos por todo como cualquier buen protagonista. Saldremos bien parados de algunas aventuras y no tanto de otras. Tendremos fotografías en todos los monumentos del universo como buenos turistas. Cantaremos la misma canción una y otra vez hasta que ya no exista. Me dormiré en tus brazos noche si y noche también. Contaremos historias que fueron y planearemos las que serán. Miraremos en los ojos del otro para saber que más podemos darle. Nos entregaremos hasta que el verdadero amor nazca de nosotros. Bailaremos también por la mañana, como verdaderos románticos. Haremos de todo, pero juntos por favor, yo contigo.

miércoles, 11 de julio de 2012

Locura.

La calle empezaba a llenarse de gente. Era difícil circular. Pillé todos los semáforos en rojo. Estaba agotada. No podía pedalear más rápido. Pasé por delante de la catedral deseando encontrarte. Tras tres semáforos más en rojo llegué por fin a Prager Str. Me la hice por lo menos cuatro veces, calle arriba calle abajo. Buscaba tu bicicleta. Blanca, con el sillín color tabaco. Acababa de verte bajando Alaunstr. en ella. Me daban ganas de llorar. Estaba desesperada. En una ráfaga de esperanza corrí a Postplatz a ver si estabas allí esperando el 94. Nada. No me quedaba mucho tiempo, tenía exactamente veinte minutos para encontrarte, inventarme la excusa de por qué estaba allí y volver a tiempo a casa. Iba a empezar a pedalear en dirección a Haupstr. cuando se me ocurrió volver a darle una vuelta a la calle. Allí estaba tu bicicleta, sola y bien atada. No hacía mucho que la habías dejado allí. Estaba segura de no haberla visto. La miré durante un segundo y pensé que estarías cerca. Aparqué la mía y me di otra vuelta rápida por la calle. No estabas. Pensé en las películas y me monté la mía. Entré en la primera papelería que encontré y compré una postal, tonta y sin sentido. La única que no llevaba un corazón enmarcado. Escribí rápido y en español que había ido a buscarte, que no te había encontrado. Pensé para mi que nunca jamás lo volvería a hacer, nunca volvería a verte. La dejé bajo la goma en el sillín de atrás, donde normalmente llevas la mochila. Empezaron a sonar todas las campanas del centro, eran las ocho, tenía diez minutos para estar al otro lado del puente. Llegué a tiempo. Todavía pensaba que había hecho lo correcto.

Llevo esperando cuatro días, no hay respuesta. Ya estás más lejos que diez paradas de autobús.

domingo, 8 de julio de 2012

Mara

Tenía 22 años cuando salí de Georgia. El día de mi cumpleaños llegó el visado confirmando mi partida. Hice la maleta que había pensado tantas veces y me embarqué llorando en el avión. En Navidad vería otra vez a mis padres si algo no salía bien, por un momento lo deseé. Llegué a Dresde sabiendo el alemán del colegio, pero siempre se me dio bien. Encontré de milagro el bus, la calle y el piso en el que iba a vivir. No tenía suficiente dinero para pagarlo todavía.

El 23 de septiembre cumplo 25, llevo tres años en Dresde. Hablo perfectamente alemán pero sigo sola. No he vuelto a ver a mis padres desde aquel 25 de septiembre. No he dejado de llorar ni una sola semana. Me levanto a las cinco de la mañana, cojo un tranvía y dos autobuses para llegar al hotel donde sirvo el desayuno todas las días. Mis ojeras no han conseguido borrar la sonrisa que me enseñó mi madre. La gente en Georgia siempre sonríe, aquí en cambio es difícil encontrarte alguien que te regale una sonrisa de vez en cuando. 

Estudio, o intento estudiar, psicología en la Universidad Técnica de Dresde. Es la segunda carrera más difícil de conseguir en Alemania, las horas de estudio sirvieron para algo. Cuando algo no sale bien, cuando necesito dinero o surge algun obstáculo ellos siempre dicen: pues abandona la Universidad. No pienso abandonar.

Si Dios quiere terminaré la carrera dentro de siete años, eso significa que habré pasado los treinta, espero hacerlo con algún bebé de por medio. No me gusta estar sola, sé que no lo voy a estar. Pero debo recordarme todos los días que sola, puedo.

El otro día hablé con mi hermana Anka, está bien, le quedan dos semanas para graduarse en el instituto. Me encantaría estar allí para abrazarla como lo hizo ella hace ya tiempo. 

Me gusta creer que todo sufrimiento tiene su recompensa, que todo tiempo pasa para llegar a otro, pero no es fácil sonreír cada mañana sinceramente mientras sirves el café  de todos los días a Frau Höhler....

miércoles, 4 de julio de 2012

First July

Estaba nervioso. Se pasaba continuamente la mano por el pelo, repeinándose el mechón que tanto me gusta. Hablábamos poco, está el obstáculo lingüístico que todo lo complica. Íbamos paseando por el Bischofsweg llevando a las niñas al parque. Empezó a llover y empecé a reírme sinceramente. Habíamos planeado la tarde fuera y se pone a llover.

Pero en Dresde hay dos tipos de lluvia: la que dura horas y la que dura segundos. Gracias a Dios esta duró segundos. Alma y Marien jugaban en la arena mientras yo intentaba que Zara no se tirase por ningún barranco. Hugo no paraba de preguntarme cosas, yo me reía, estaba encantada de estar allí. Me encanta estar con él. Es una persona que transmite todo lo bueno, te hace ser tu misma.Cuando coincidimos en una canción sonrió y me la puso en el Ipod. Me colocó rápidamente el auricular en la oreja y ellos empezaron a sonar. Mientras Young folks terminaba no dijimos nada. No había necesidad de hablar, la música estaba muy alta. Zara empezó a llorar y me quité rápidamente la canción de la cabeza. 

Qué estaba pasando?

Nos acompañó de vuelta a casa y se despidió prometiéndome una merienda juntos. Su mano repetía el movimiento, una y otra vez. Seguía nervioso. Me quedé en la puerta mirando hacia afuera. Vi como cogía su bicicleta y pedaleaba calle abajo para no perder el autobús que le lleva de vuelta a Meißen, lejos de la Neustadt, lejos de mí.

lunes, 2 de julio de 2012

Konzert

Me casé con Alojs en 1990. Yo tenía 24 años y él 27. Nos conocimos porque mi hermano Otto era amigo de Alojs desde la universidad. Alojs es violinista y hoy tiene un concierto. Es en Kreischa. Yo por fin puedo ir, hemos conseguido que mi suegra se quede con los niños. Tenemos cuatro hijos: Peter, Ilse, Otto y Agnes. El concierto es en la iglesia del pueblo, tocan algo de Bach, no me he enterado bien de qué exactamente. Como hemos llegado una hora antes porque Alo tiene que ensayar me he dado un paseo por el cementerio que rodea la iglesia. Es terrible para mi pensar en lo que fue Dresde  esos años. La gente huyendo, escondiéndose o matando a otra gente. Familias enteras perdidas en el fuego del odio, entre el egoísmo de otras familias. La gente mayor en Alemania no suele contar nada, nada de antes. Hablan del tiempo, de los precios en la frutería o de lo que han predicado ese domingo en la iglesia. Quieren olvidar. Pero allí estaban esas tumbas. Nombres y nombres todos desaparecidos en los mismos años. Veo un matrimonio joven, unas hermanas, la familia Hauer... 
Ya es la hora y entro en la iglesia. Me pongo la chaqueta, dentro hace frío. Busco mi entrada en el bolso, no me acuerdo en que banco me ha tocado sentarme. A mi izquierda hay una señora mayor que me deja pasar amablemente. Se ha puesto un sombrero precioso para la ocasión, creo que es la madre de Ute, la contrabajista. Desde mi sitio puedo ver perfectamente a Alo, es el segundo violín de la orquesta filarmónica de Dresde. Su madre es húngara. Durante la DDR lo pasaron mal, vivieron en Prohlis y allí, a base de tocar el violín en la calle Alojs se hizo un maestro. Miro a mi alrededor y todo el público me saca por lo menos 30 años. Imagino sin querer que son los nombres que pueblan el cementerio y me entra un escalofrío. Empiezan a tocar y veo Dresde ardiendo tal y como lo contaba mi padre...

- Ruth, te has dormido?


La iglesia está vacía y Alojs se ha cambiado de ropa. 

- Estoy acostumbrada a dormirme con ese violin... 

- Me ha dicho la madre de Ute que estabas llorando, estás bien?
- Ah! Era la madre de Ute... Si cielo, estoy bien, pensaba en aquellos horribles... Nada mi vida, estoy bien.