jueves, 26 de enero de 2012

grootmoeder

Las noches en Amsterdam son reflejos de la luna. Ríos corriendo por la carretera, humedad entre besos de esquina. Despedidas a pie de calle. Pero sobre todo las noches holandesas son mi abuela, sentada al pie de mi cama leyéndome los cuentos de Andersen. Pasaba las páginas mirándome a los ojos, supongo que comprobando que me hubiese gustado, que sonriera o, si era de terror, que me escondiera tímida bajo la manta de cuadros. Entonces empezaba la aventura, cuando los cuentos que siempre te han contado en la escuela cobraban vida en mi abuela. Los leñadores tenían hachas de verdad, mi abuela se armaba con una espada de madera si hacia falta, mientras gesticulaba para conseguir que el árbol se cayera. Las hadas de los bosques era una amalgama de pañuelos de mamá y las joyas de la abuela, los enanitos, las brujas... 

' Y así acabó todo...' Era entonces cuando empezaba la verdadera noche, cuando en mi cabeza las sirenas y los duendes seguían una historia paralela a la que el danés había plasmado en sus cuentos... Buenas noches Holanda. 

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