sábado, 23 de junio de 2012

Es gibt kein Land jenseits dir

No me pude contener. Bajaba a toda velocidad por Pillnitzerstr y me topé sin esperarlo con el río, el perfil de la ciudad y las lágrimas que nunca faltan en mis ojos. Empecé a pensar que debía escribirlo, intentar explicarme con ayuda de un lápiz por qué había llegado yo allí. Quién le habría dicho a la niña que soñaba con viajar que llegaría a una ciudad diferente, no a la típica capital hipervisitada. No, nadie lo sabía. No me lo merezco y por eso no hay explicación. Mis dos meses en Dresde son un error en el tiempo. Yo no tenía esta bibicleta, ni este río ni la paciencia de parar y hacer fotos a todo lo que me llama la atención sin preocuparme de llegar tarde a ningún sitio. No, este viaje no es mío, lo iba a hacer otro pero yo se lo he debido robar en un desliz de facturación. Mi avión llegó a Berlín y 8 ruedas autobuseras me embarcaron en una locura con nombre, en un devenir de aventuras y novedades, en el viaje del verano. Solo puedo seguir pedaleando y secarme las lágrimas.

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