sábado, 16 de junio de 2012

Empty blue

Tilmar cogió como cada mañana el Straßenband en Bühlau. El cielo amaneció gris, tenía el sabor del café en la boca. Vivía con dos suecos en un piso a las afueras de Dresde. Trabajaba en una aburrida oficina cerca del Altermarket, en el centro de la ciudad. Llevaba una vieja novela de su hermana Anna. Era la típica novela bien escrita que nadie conoce. Estaba inspirada en la vida de una mujer que vivió en los campos de Siberia, una trágica, pero preciosa historia sobre el amor de una madre, el amor de una mujer...
Tilmar en el fondo de su alma era un romántico asesinado por la monotonía del café diario. Él soñaba con vivir esas novelas, poder expresar ese amor por alguien. Miró distraidamente a su alrededor. Todas las mujeres o eran mayores que él o llebavan graciosos bebés en brazos. Las paradas que se sabía de memoria cada vez se hacían más y más largas. En el hospital de St Joseph se subió una chica, morena con un cochecito vacío. Tilmar la miró detenidamente. Tenía el pelo moreno, casi negro. Llevaba una coleta no muy larga y un colorido fular de flores. Llevaba las uñas perfectamente arregladas, en un tono rosa claro. Vaqueros y zapatillas de cordones. Quedaban tres paradas para Albertplatz y Tilmar seguía sin explicarse por qué llevaba el carrito vacío, algún niño tendría que haber, si hay carrito es que hay niño. Llevaba un bolso lleno de cosas. Se levantó de su asiento y se acercó a ella, a la puerta, pero ella estaba allí con su enorme carrito azul vacío. Miró lo que pudo dentro del bolso. Había un tupper con manzana cortada y pelada, llevaba también una cámara de fotos. Una parada y Albertplatz. Ella se levantó y cruzó sin querer su mirada con la de Tilmar. Sonrió, era una agradable y sincera sonrisa. Tilmar se quedó sin respiración. Tenía unos ojos preciosos, no era guapísima pero a él le gustó. 

- Te han robado al niño...
- Jajaja... Eso parece. 

No había más que decir. Las puertas se abrieron en Albertplatz y Tilmar se fue hacia Hauptstr. Andando. Con su novela vieja, sus zapatos de oficina y la horrible sensación de haber dejado pasar la oportunidad. Se colocó en el enorme cruce que separa las dos aceras y miró a la derecha a ver si no venía ningun coche. Ahí estaba su huérfana de hijo, mordiéndose las uñas mientras escribía en el móvil. Le daban una segunda oportunidad. Se echó para atrás, por un día cruzaría en verde la calle. 

- ¿Buscando al niño?
- Te veo intrigado por la soledad de mi carrito. Está en la guardería, yo le  cuido en casa. Se llama Mattis y está bien. 
- No sabes cuanto me alegro de que tú le cuides. 
- ¿Ah sí? Y eso por qué, ¿le conoces acaso?
- No, pero quiere decir que...
- ¿Qué? 
- Está verde.
-¿Quiere decir que Mattis está verde? Eres muy raro...
- No, que ya se ha puesto verde ¿cruzas? Ah mierda, ya está rojo otra vez. Tendríamos que haber cruzado. 
-Pues no haberte puesto a decir que conocías a Mattis...

Cruzaron por fin los dos juntos. Tilmar miró al cielo y pensó que coger el 11 cada día le había servido de algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario