miércoles, 2 de febrero de 2011

Rojo

- Pon alta la música. Que se oiga.
Íbamos en bicicleta camino de Barcelona. Típica locura que solo haces un vez en la vida. Nos compramos una radio a pilas y poníamos la música a tope. Twist and shout literalmente. El plan era a base de agua, mochila, poca ropa, poco dinero y ganas para agotarse y caer rendidas en la cama de cualquier albergue de España.
Llegamos a Barcelona, hacía sol, olía a mar y estaba llena de gente. Teníamos la piel abrasada, mucha hambre y ningún sitio a donde ir. Entramos en la catedral y al sentir el abrigo de la iglesia, el fresquito que dejaban entrever sus muros y la tranquilidad que transmitían sus altos techos nos dimos cuenta de que era el sitio perfecto para descansar, allí ,ante la Belleza.
Salimos.

- Sabes, tengo ganas de entrar corriendo al mar, tropezarme con las olas, llenarme la boca de sal y revolcarme incómodamente en la arena catalana. ¿Vamos?

El mar abre el apetito y nosotras previsoras habíamos reservado un importante capital para la noche de Barcelona. Noche. Gente. Música. El mar por la noche produce dos efectos: miedo y profundidad; relax.

- Me llamo Marc.
- Ana.
- ¿Bailas?

Sonaba la versión de Take on me de Annie B sweet.
- Bailo.

Barcelona.
Teníamos que volver, cogíamos el Ave de vuelta a Madrid al día siguiente. Madrid, sin Marc.

- Existe el teléfono. Y el internet.
- Prefiero seguir bailando contigo antes de volver a Madrid y enfrentarme a cuatro años de carrera viéndote nada más cuatro veces al año.
- Yo tampoco lo soportaría. Hagamos una cosa, iré a verte todos los fines de semana.
- ¡Eh! que a mí también me gusta venir a Barcelona déjame cogerme el Ave algún finde...
-Prometo bailar contigo, take me on your mind, chaque jour, sentiré la teva veu a través del telèfon.

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