jueves, 31 de agosto de 2017

Come back

Acababa de despedirme de Mrs McRally, que suele pasarse los domingos después de misa por mi panadería, cuando le vi cruzando la calle. Robert Hollzman. Me puse bastante nerviosa. Estaba más joven, quizá más guapo. Es imposible que estuviera más joven, hacía cuatro años que no le veía. Venía directo a la panadería. 

- Marco, atiende al próximo cliente, tengo que comprobar unas cosas del almacén. 

Me escondí detrás de la puerta y escuché la campanita de la entrada. 

- Hola, buenos días. ¿Claire Murray sigue trabajando aquí?
-Oh, sí, por supuesto. Es ella quién hace todo esto. Ahora está ocupada, ¿le puedo atender yo?

Parecía como si Marco se estuviera enterando de quién era aquel hombre. 

- La verdad es que me gustaría verla a ella. ¿Podrías llamarla?
- A la señorita Murray no le gusta que la molesten cuando está en el almacén. Me temo que tendrá que conformarse conmigo. 
- No te preocupes, ya vendré en otro momento. ¿Le dices por favor que Bobby el flaco ha venido a verla?

Menudo payaso, ¿esa era su estrategia? ¿Tirar del baúl de los recuerdos para recuperarme? Bobby el flaco... 

El caso es que volvió al día siguiente y me pilló desprevenida. Quería tomarse un café conmigo. Que cuándo podría ser, que cuándo estaría libre. Me habría gustado decir que nunca. No tenía tiempo para seguir perdiéndolo con él, ya perdí un año intentando que pasara algo y lo pagué. No habían sido los mejores años de mi vida después de que Bobby se fuera a buscarse la vida a Nueva York. Y quién sabe qué es lo que pensaba de mí, qué es lo que habría oído. 

- No sé nada de tu vida. Y si no me lo quieres contar, no me lo cuentes. Yo quiero tomarme un café con la Claire de siempre, la que hacía scones para toda la clase. La que cantaba en todas las fiestas, la que no dejaba que la tocara nadie. 
-Está bien, esta tarde. ¿A las cuatro te viene bien?

Estuvimos paseando hasta que se hizo de noche y a partir de ese día salimos a pasear varias tardes. Me contó que encontró un trabajo maravilloso en la ciudad y que lo dejó porque echaba de menos la granja de sus padres y quería comprar tierras y ocuparse de un rancho, y que lo llamaría Strawberry Fields como la canción de los Beatles. Me reí porque a él no le gustaban los Beatles, lo decía por quedar bien conmigo, supongo. El caso es que me estaba dando cuenta de que el Bobby que se fue no tenía nada que ver con el hombre que me contaba todas estas cosas, que escuchaba atentamente todas mis equivocaciones y parecía mirarme con más cariño cada vez que oía "Soy un desastre", "no sabes lo que es ser un desastre, Claire". Semanas después compró aquellas tierras y colgó el letrero de Strawberry Fields en la entrada. Compraríamos vacas, cerdos y ovejas y yo seguiría con mi panadería. 

El plan funcionó y me di cuenta de que la frase de Jane Austen es muy cierta "No es el tiempo ni la ocasión los que determinan la intimidad: es sólo el carácter, la disposición de las personas. Siete años podrían no bastar para que dos seres se conocieran bien, y siete días son más que suficientes para otros" Nosotros con siete días tuvimos suficiente pero a Bobby le costó decidirse otros 4 años. Pero mereció la pena. 

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