miércoles, 11 de septiembre de 2013

Loin mais bien

Creo que las mujeres somos más dadas al sentimentalismo. A echarnos a llorar sin mucho sentido. Si, yo siempre me emociono y lloro en cuanto puedo. Despedirte de tu habitación durante más de un par de semanas no es fácil, no lo es. Me dediqué a pasar la mano sobre todos los muebles; mi cama, las librerías, nuestra foto en Roma, las estampas y los libros. Le dije adiós a todo y se me saltaron las lágrimas al abrazarla, al decirle que le iba a echar de menos. Le di un beso y me prometió rezar por mí. Me cogió de la mano y me preguntó cómo podía llamarme por Skype. Me voy durante mucho tiempo y sé que todos me van a faltar, a su manera, a todas horas.

Ahora en mi cuarto no hay fotos, los seis libros que me he traído no llenan la pobre librería que tengo, pero cuando miro por la ventana, veo la cima del Mont Blanc que se esconde tras las nubes, el tranvía que deja pasar a un par de estudiantes que cruzan sin mirar, la Plaine de Plainpalais que acoge al circo por unos días, los skaters poniéndole emoción al asunto... Cuando me doy cuenta de que me han regalado Ginebra no puedo dejar de sonreír.

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