domingo, 20 de marzo de 2011

Garfunkel, té y dibujos:

- No Inés, hoy te quedas en casa, que tienes que hacer lo de la caligrafía. Nosotros nos vamos a Gurska así que te dejo en la puerta de Jesús y subes a casa que estará Papá esperando.

Me encaminaba a casa. No podría ir a la escuela de música con Mamá. Allí era todo genial, te daban caramelos, chocolate. Jugabas a que las escaleras eran las de tu palacio, recuerdo que había mucha luz. Quizá en las máquinas de abajo Mamá te compraba una Cocacola. Pero no, me tocaba repasar la caligrafía en casa.

Papá preparó una merienda frugal que consistía en una taza de té, unos bizcochitos, y un libro. Puso Simon and Garfunkel en el tocadiscos " So long, Frank lloyd Wright" y se sentó a subrayar el libro, porque mi padre hacía eso con los libros los subrayaba, los estudiaba.

La luz del salón era más bien tenue, suave, tranquila adormecedora. Yo tenía que repasar la frase: " Rita tiene sueño pero quiere ir a correr con su perro" demasiadas erres, siempre he escrito fatal pero creo que esa fue la peor época de mis letras.

- Papi, ya he terminado.
- A ver Nesukina, déjame ver.

Yo me acercaba a su precioso universo adornado con gafas, calva y cariño. Leía atentamente la caligrafía y cogía el lápiz.

- Inés no te salen las erres, no las haces mal pero no quedan bonitas. Una cosa que te digo es que no dejes de hacerlas así, porque cuando la gente crece acaba haciéndolas así.
Entonces escribía una erre imitando la caligrafía de los ordenadores, la erre que hago ahora.

- Ya has terminado, te puedes bajar al jardín.

Qué pequeña era y qué tonta. Ahora cuando lo pienso me doy cuenta de lo boba que era, me tendría que haber quedado contigo, a tu lado, viendo como subrayabas tus libros, como te levantabas a cambiar de cara el disco de Simon and Garfunkel Bye bye love...

El té, los libros, la historia, la lobita Nesukina y sus gallinitas, el imbécil, el abrazo del oso, los tigres que se escapaban cada noche del zoo de Madrid, lo mucho que tenía que quererme el hombre con el que me fuera a casar, colgarme de tu cuello cuando llegabas a casa, no querer darte besos porque pinchaba tu barba, Papá.

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