lunes, 10 de diciembre de 2018

Huset

Para mí es el sentimiento de llegar a casa y estar donde debo estar, es no querer irme si está ella. Creo que me pasa esto desde la primera vez que hablamos. Siempre me pareció una chica bastante borde, pero yo estaba demasiado bien a su lado; tan bien, que sentía ganas de correr y alejarme de lo desconocido. Pensé que me venía grande o yo qué sé qué pensé y me dediqué a conquistar otros corazones, pero siempre pensé en ella, en ese sentimiento de estar donde debía estar. La vida da muchas vueltas, y años después, esperando el autobús, apareció ella de nuevo. Los años, dicen, dan experiencia y quitan miedos, pero al verla, sentí un miedo terrible a volverme a equivocar, a dejarla escapar. Sentí que podía volver a perder lo que era mi casa, donde debía estar. Me acerqué y hablamos. La vida había estado dando vueltas para ella también y había crecido, seguía tan borde como siempre, pero se había dejado limar por los contratiempos que hubieran ocurrido en los años en los que le perdí la pista. Esta vez no la dejé escapar. Y pudimos construir la casa en la que debíamos estar ambos, la nuestra. Por eso, hoy llegar a casa es llegar a ella, al sentimiento de saber que estoy donde debo estar, que en ningún sitio estaré mejor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario