domingo, 21 de febrero de 2016

Desgarro

Creían tener el mundo bajo sus pies. Creían ser felices hasta el extremo, pero se toparon con un vacío inexplicable para sus inocentes almas. Incapaces de llenarlo, en vez de retirarse del combate, siguieron luchando hasta agotar sus fuerzas, hasta olvidar sus sueños, hasta perderlo todo... No supieron dónde llamar para encontrar el valor necesario, para darse cuenta de que no caminaban en la misma dirección, para decirse a la cara que, ciertamente, se habían equivocado. Poco a poco fueron minando sus autoestimas, llegando incluso a anular la capacidad de amar sinceramente, como hicieran en un principio. Llegaron a ser insensibles al sufrimiento. Inertes cuerpos que caminaban a veces agarrados de la mano, y otras confundidos por el ser que les acompañaba. Las lágrimas sustituyeron a las canciones que llenaban sus horas y los pianos dejaron de sonar. 

Un día, en el silencio que empezaba a ser narrador de sus historias, ella levantó la voz bañada de lágrimas y esbozó un adiós, no un hasta luego. El adiós más largo que jamás había pronunciado. Entonces vieron como sus caminos en realidad nunca fueron el mismo, que sus ilusiones no eran sueños vistos desde diferentes perspectivas, sino distintos modos de vivir. Tardaron en encontrar sus vidas, en recuperar sus sueños, en ser capaces de amar sinceramente. Pero con los años, se dieron cuenta de que solo podían agradecerse el uno al otro las lecciones aprendidas, el perdón concedido y el amor recibido, que aunque fue incompleto, siempre fue sincero. 

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