jueves, 9 de junio de 2011

Metamorfosis


Tienes un famoso apellido, no es tu culpa.

Ya estás despierto. Te sientas en la cama mirando sin ganas por la ventana, un mar de rascacielos se levanta ante tus ojos. Te lavas la cara, los dientes y cuando vuelves a la habitación hay una bandeja sobre la cama. 'El desayuno mister Mollen'. Bien, café, tostadas y el periódico, todo ello en letra negra, sin color.


El nudo de la corbata te ahoga lentamente mientras te peinas con prisa en el ascensor. Sales, corres, 'taxi!'. Eres un esclavo oficinista, aunque se supone que mandas tú. La empresa era de papá y pasó torpemente a tus hábiles manos. La has tranformado, mejorado quizá, te gusta tu trabajo, te gusta Nueva York, pero estás solo.

21.00, siempre se te hace tarde. Corres, 'taxi!'

- Hola, buenas nohes. Duane Street por favor.
- ¿Tiene prisa, mister Mollen?
- Ehm... no...

Subes y la corbata se relaja, sales del ascensor. En el pasillo hay una joven vestida de verde, muy guapa.

- Buenas nohes.
- Oh, ¿mister Mollen?
- Sí.
- Soy Agathe.
- ¿Debería conocerla?

Se parecía a Margaret, su expresión, su miedo.

- Papá, soy Agathe...


Margaret desapreció de Nueva York hacía dieciocho años, te había dejado solo, no sabías por qué, no pudiste oir música desde entonces, no disfrutabas del verano, no volviste a leer.

Pero ahora no te llamarían mister Mollen, te llamarían papá, volvería a sonar la música, el sol ardería en el cielo y disfrutarías de Paul Auster en Central Park.

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