domingo, 13 de octubre de 2013

Moments de ma vie

Cuatro paredes y una guitarra. La pequeña Lilah no veía nada más. Sentía que sus mejillas se coloreaban mientras sus dedos buscaban entre las hojas la letra de esa canción. Si miraba hacia delante solo veía cuatro cervezas mal servidas y unas voces extranjeras que repetían lo mismo una y otra vez. Por fin tenía esa primera frase delante y empezó a cantar. Sin mucho esfuerzo, menos del que ella pensaba, salieron las palabras lo más afinadas que se pudo. Pero Lilah no estaba allí, estaba en el salón de su casa cantando sobre la alfombra. El color rojo que maquilló al principio su rostro comenzó a desaparecer y llegó incluso a sonreír tras un par de canciones. Las voces del público se iban callando para escucharla, Lilah prefería no darse cuenta. Llegó la noche y las cervezas se vaciaron, Lilah recogió las partituras y ayudó a la guitarra a ponerse el abrigo. Se sentó con los demás y cantó hasta la madrugada otras mil canciones. Lilah había cantado sobre un miniescenario, en una miniciudad para su minimundo de nuevos amigos. Estaba contenta, y volverá a hacerlo, seguro.

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