El arbigo azul, el pañuelo de flores y las calles de un Londres desgastado por el tiempo, la guerra y la lluvia. Constantemente llueve en Londres, es parte de su encanto. Anduve mucho tiempo por la orilla del Thames y cuando me topaba con un muro seguía adelante. Supongo que si hubiera seguido podría haber llegado hasta Corringham, pero me paré y di media vuelta. Eran las 12 de la noche y la gente a desvariaba entre cervezas baratas y sandwiches pakistaníes de FOOD AND WINE. Londres por la noche anochece de verdad. No quisiera imaginármelo sin electricidad, sin farolas o luces de neón.
- Are you all right?
- Me? Why not?
- Because you don't wear shoes...
Anduve por Londres descalza, sin darme cuenta. Mis pies aquella tarde no se despegaron del suelo. Más bien se pegaron al recuerdo de aquella niña que paseaba sola desde Picadilly a Walworth y vuelta. Sola, siempre sola. Hasta que intuitivamente oía que Miss Dorota la llamaba a cenar, y Papá todavía no había llegado a casa...
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