Cogí el cazo pequeño, lo llené de agua y lo puse a 9 a calentar en la vitrocerámica. Fui hacia el armario blanco y saqué dos tazas de té y sus correspondientes platos. Iba a cerrar cuando vi la tetera y pensé que sería mejor sacarla a la vez, para no tener que volver. Pero no pude, mis manos ya no son las de antes... Dejé las tazas en la mesa y saqué la tetera. El agua estaba ya casi hirviendo. Abrí el armario, no el de los platos sino el que está encima de la campana de la cocina. Cogí las bolsas de té, Twinings como siempre, y las coloqué dentro de la tetera. El agua estaba hirviendo cuando la eché y puse rápido la tapa porque me pone nerviosa que se salga el calor, manías. Lo dejé ahí, en reposo y preparé la bandeja, la de madera. Puse las dos tazas, el azúcar, las galletas y un par de tostadas viejas del desayuno. En una jarrita, no la de siempre que se rompió, puse un poco de leche. Ya sabes que el té me gusta con leche no me voy a parar a explicarte eso. Volví a la cocina y completé la bandeja con la hermosa tetera que te trajeron aquel año, hace mucho, los Reyes Magos. La levanté como pude y fui hacia el salón.
Estabas sentado en el sofá rojo que ya no es rojo sino beige. Leías algo, el periódico o un libro de Pocock, eso da igual. Me viste y sonreíste como la primera vez, hace más de 50 años. Me senté a tu lado y te pedí la manta. Te miré mientras te servías el té y desenfocada detrás de ti había una foto de los niños en la playa, faltaba la pequeña que todavía no había nacido. Me serviste el té y empezaste a leerme un artículo del periódico que te había gustado. (Entonces ya me acuerdo, estabas leyendo el periódico) Me apoyé cómodamente en el sofá y me limité a escuchar tu voz. La voz que me ha acompañado toda mi vida. La misma que cantaba en la cocina a Serrat. La misma que recitaba sus poemas. La misma que cantaba a Isabel. La misma que contaba cuentos, la voz que ha enseñado tanto, que me ha querido tanto.
Se había terminado el artículo, me había dormido. Terminamos el té y llamaron por teléfono. Ha pasado el tiempo, somos mayores, son mayores y ya no están. Cada uno hace una cosa, cada uno está en un sitio pero nosotros seguimos juntos. Desde el principio de todo esto siempre juntos. Seguiré preparándote el té, siempre.
sin palabras.
ResponderEliminar