Las calles siempre son más grandes cuando estoy contigo. Los libros dejan de ser libros y se convierten en biografía, resumen y anotaciones tuyas propias (siempre reservando al lector el final). Las películas, mejor de esto no hablo porque saltarás con algún comentario. Lo tuyo y el cine es increíble, ni que te pagarán por sentarte delante del televisor a disfrutar a un Cappra o a un Lubitsch. La fotografía... ¿tenemos fotos hasta de la nevera o es cosa mía? Lo de ser escritor parece que como no te da tiempo pues nada, pero por ti ¡nuestra vida por entregas! La música, la música ya no es música a tu lado. Es nuestro primer salón, la terraza a aquel desierto de ladrillos, mi vestido blanco y tu olor a Cercedilla, es Joni Mitchell en una tarde de invierno o The Mamas and the Papas a las diez de la mañana de un julio inovidable... La pintura: el Prado, el Thyssen, le Louvre o la National Gallery son unas pocas víctimas de los miles de museos que has taladrado a preguntas, respuestas y difrutes de un nada más que estar sentados delante del cuadro. Y yo, cómo soy tonta, me preguntaba ¿qué será de Madrid sin tus paseos?
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