Salgo de la iglesia sonriendo a una niña que juega con su padre en la puerta. Me acerco al montón de bicicletas que aparcan alrededor de la catedral. Miro hacia delante porque siento una mirada.
Tendrá cinco o seis años más que yo. Barba, camisa azul de cuadros, pantalón y sandalias marrones. Tiene la bici cogida por el manillar. A su lado están su hermano y un amigo. Sé que es su hermano porque son clavados. Consigo desencadenar la bicicleta mientras sonrío muerta de vergüenza, sigue mirándome, sin decir nada. Me mira y por fin saco fuerzas para devolverle amablemente la mirada. Su hermano y el otro empiezan a pedalear hacía Schloss straße. Él sigue quieto, mirándome. Yo salgo en la otra dirección, hacia el puente. Miro para atrás y el avanza mirando hacia atrás también.
Empiezo a pedalear tan rápido como sé. Tengo los pelos de punta y el corazón me late cada vey más rápido. Se acaba el puente y sigo sonriendo. Casi provoco un accidente de tranvía.
Intento recordar cómo era su bicicleta, por si la vuelvo a ver. Color granate, antigua, sillín de cuero color tabaco, sencillamente elegante. Soy tonta, pero feliz.
24 de junio-
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