Hablo de la mirada, de una acera a la otra...
Dos ruedas y un freno. El puente de Albert. El río debajo de nosotros. Están haciendo obras con lo que en hora punta se producen pequenos atascos. El semáforo está en rojo. Miras prudentemente hacia delante. Lleva gafas y su bicicleta es roja, siempre han sido tus favoritas, las bicicletas rojas. Aguantas la mirada y pese al reflejo del sol en sus cristales percibes que él también. Por un instante olvidas que llegas tarde a clase de piano y deseas que el hombrecito rojo sea eterno. Pero todo se acaba en este mundo y el verde berlinés da paso a los railes que quiebran la conexión de vuestras miradas. Sueltas el freno y cruzas de acera. Prefieres no mirar atrás, estará lejos. Estará con ella en el café que tanto te gusta de Bömischstr. Estará llevándola a lo loco por Rosa-Luxemburg Platz... Vas muy despacio con los ojos llenos de insignificantes lágrimas, vas demasiado lenta... Te pitan por detrás, dejas paso. Miras, lleva gafas y su bicicleta es roja, siempre han sido tus favoritas, las bicicletas rojas...
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