Enciende una vela en cada comida y la apaga al terminar. Tiene los dedos redondos y las unas bien cortadas. Tiene manos de chelista. Sonrie y te abraza si al día siguiente no te va a ver. Tiene los ojos germanamente azules y se iluminan cada vez que oye a la pequeña Lotte decir mamá. Pasea por su ciudad al ritmo de Haendel. Empieza a llover y Juliane corre a refugiarse bajo la parada de Albertplatz.
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