Giro, giro, giro y me paro en seco. Todo el teatro fija su mirada donde estoy yo, encima del escenario. La música suena muy alta y yo no puedo parar. Salto, pierna brazo y choque frontal, salgo corriendo y entro de un golpe otra vez. Un, dos, tres y la música se para. Yo sudando y respirando entrecortadamente me inclino hacia delante. Se terminó la función, la historia siempre acaba bien. Dos mil manos entrechocando al mismo ritmo. Cien bocas vitoreando cada paso, cada sonrisa y cada canción. Mucha gente menosprecia los musicales, pero yo me gano así la vida, en mis sueños claro. Mientras recojo la cocina interpreto millones de musicales. No sé porqué siempre me imagino mis solos, nunca hago un dueto o un baile grupal. Supongo que es porque a fin de cuentas el teatro no deja de ser un reflejo de la vida real. Una canción desafinada que siempre acaba en un gran aplauso.
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