Cumplía 21 años.
Me arreglé para salir esa noche. Mientras me abrochaba la pajarita recordé cómo decía Sally Hunter que un hombre adulto era mil veces más atractivo que uno que no lo era, ya era mía.
Aquella noche el bar de Mortimer estaba abarrotado de jóvenes universitarios borrachos bailando al son de un Chuck Berry desenfrenado. La espesa capa de humo que invadía el local me impedía ver con claridad el color de las cosas. No se distinguía si el vestido de Caroline era de lunares o estaba adornado con suaves rombos amarillos. George se había cortado el bigote, Al llevaba una chillona pajarita roja y Joe iba en vaqueros. Al fondo del local rodeada de debutantes, estaba la chica más atractiva de Mobile, Sally Hunter. Vestía un traje de muselina rosa entallado en la cintura con un grueso lazo negro. Movía los pies a una velocidad desorbitante, siempre había bailado así de bien. Maybelline. Todas las fiestas en Mobile eran iguales: alcohol, baile, y chicas. Sally estaba muy solicitada, pero yo tenía 21, era mía.
- Un whisky con soda por favor.
La cogí de la mano y la saqué rápidamente del Mortimer's.
- Sean Spencer, ¿qué estás haciendo?
- No lo sé, hoy es mi cumpleaños y pensé...
- Ya sé que es tu cumpleaños, estás un poco borracho.
- No, no he bebido apenas, pero es que, Sally...
Se me secó la boca. Como aquella vez que tuve que dar una conferencia en la reunión de los Boys Scouts sobre las arizónicas.
- Dime... ¿qué?
- Sally, me gustas mucho.
- ¿Solo te gusto?
- ¿Te parece poco?
- No sé, eres un hombre adulto, ¿no eres capaz de amar? Ni si quiera los 18 años otorgan ese valor.
- ¿Amarte?
- A mí no me cuesta quererte y todavía tengo 19.
- Vale entonces yo también podré... sí, te quiero Sally Hunter.
Antes de irme le di un beso tímido en la mejilla, ella se quedó bailando con sus amigas, yo soy más de estar en casa a la una como tarde, me puede el sueño. Dejé a Joe en su casa después de darle una charla sobre por qué los vaqueros son para trabajar y que debería haberse puesto otros pantalones para venir al baile. Seguí conduciendo hasta casa con las ventanas bajadas, se oían las cigarras y el correr del agua por el arroyo. Entraba ese olor a verano que se deja sentir las noches de primavera de vez en cuando. Lo volví a pensar. Sally Hunter me quería y me lo había dicho. Dejé el coche fuera, mañana mi padre lo necesitaba para ir a hacer sus visitas. Antes de bajarme me fijé en que la luz del salón seguía encendida, mamá se habría quedado dormida haciendo punto mientras me esperaba. Al entrar la vi en el sillón y la desperté para que subiera a acostarse, no quise contarle nada todavía aunque estaba deseando que lo supiera. Estuve toda la noche dándole vueltas. ¿Qué pacto había sellado con aquella chica? ¿Amor? Eso es cosa de débiles, a mí eso no me pasa. Mañana hablaría con ella, tengo 21 años es muy pronto para amar.
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