Las imágenes se sucedían a la misma velocidad en la pantalla que mis pensamientos al volver a casa. La sonrisa se me dibujaba ridiculamente en la cara mientras mis dientes apretaban sin piedad el labio inferior. El viento enredaba mi pelo escondiendo mi rostro, como queriendo impedir la propagación del sonrojo que impregnaba mi cara. Lo habías conseguido.
Corría sin saber hacia dónde. Nadie era más feliz que yo. No había pasado nada, pero en el backstage de todo estaban aquellas acciones invisibles que dan sentido a las cosas. Saqué las llaves que abrían mi maravillosa rutina y tu beso seguía rotulado en mi mejilla.
Vivo en una situación un poco compleja.
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