-¿Sabes que es lo que más echaba de menos al principio?
Estábamos en el In-n-Out devorando una hamburguesa. La luz entraba por la ventana que estaba justo detrás de ella. Quería sacarle una foto, pero no quería interrumpirla.
-¿El qué?
-La libertad. Quiero decir, la independencia. La libertad de movimiento que puedes tener en cualquier gran ciudad de Europa, aquí no existe. ¿Te acuerdas de Berlín? Allí nos movimos todo el rato en bici...
-Ya...Tienes ketchup en la nariz. Pero bueno, aquí, en cuanto tienes un coche puedes ir a cualquier sitio.
-Claro, si tienes un coche. Es un rollo. Yo me acuerdo que para ir a la uni las primeras veces tuve que arreglármelas con el Caltrain y un par de buses cutrísimos. Es una vergüenza. Un poquito de consideración por los pobres que no tienen dinero para pagar la gasolina.
-¿Me dejas hacerte una foto? Estás guapísima.
-Eres bobo, pero como quieras, me encanta que me hagas fotos.
-No, pues nada, no te la hago.
-¡Que sí! te quiero bobón, me encantan tus fotos. Porfi, ahora quiero que me la hagas, de verdad.
La verdad es que le habría hecho una foto todos los días. Siempre ríendose de todo y sin darse cuenta de la luz que proyecta su sonrisa. Recuerdo la primera vez que la vi. Estábamos en una conferencia en el edificio de Old Union, en el tercer piso. Llevaba una camisa azul, todas sus camisas son azules. Tenía el pelo largo y castaño, llevaba los labios pintados, siempre los lleva pintados. Yo no me atreví a hablarle aquella primera vez. Ella se reía y dirigía la conversación, hacía bromas sobre todo el mundo y justo después pedía perdón por si acaso alguien se había ofendido.
-Que, ¿ya has hecho la foto?
-¿Eh?
-Andrew, ¿en qué estás pensando?
-En la vez aquella que bromeaste con que algún día llegaría a la luna. En Old Union, y yo traté de preguntarte algo en español.
- Aquella vez fue la primera vez que hablamos, me acuerdo perfectamente. Yo estaba echa un lío en mi cabeza y no sabía qué sentir. ¿Has hecho la foto?
-No, no, espera... Ya, ya está. Estás guapísima.
- Tú también.
-¿No sabías qué sentir?
-Sí, no sabía que sentir, ya te lo he contado mil veces. Todo me daba vértigo, ya no creía en nada. Y de repente, ahí estabas tú, todo lo que jamás habría imaginado. ¿Ibas en chanclas, o soy yo que lo exagero todo?
-Ja ja ja, sí, iba en chanclas y con una camisa morada, con letras.
-Sí, horrorosa, me acuerdo. Pues eso, me salvaste la vida, ya lo sabes. ¿Te vas a terminar las patatas? Creo que la peli empezaba a y veinte, ¿no, marido?
-No tengo ni idea, mujer, pero vamos.
-Ja ja ja... Me como tus patatas entonces.
- Sí, si, corre, pero vamos.
Ella sí que me ha salvado la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario