No era la primera vez que salía de casa, pero esta vez era la definitiva. Estuve un año estudiando en Boston pero entonces, sabía que tras los nueve meses del curso volvería a casa. Recuerdo estar haciendo la maleta y mirar la lista que había hecho para no olvidarme nada. Soy la típica que sin listas no se aclara, necesito hacer check en todos los puntos para salir tranquila. Mabel estaba haciendo la maleta conmigo, como siempre, nos íbamos juntas. Antes de subir al carro, mamá me agarró fuerte y me dio una carta en la que escribió qué tanto me amaba. Ella no hizo más que la escuela primaria. Es mi heroína. Mis padres llegaron de México en 1970, yo y mi hermana gemela nacimos en California, la sexta y séptima de mi familia. Veinte años después, nos habían aceptado en la universidad de Berkeley.
Ya tenía la maleta, los papeles y el corazón lleno de emociones. Quería abrir mis horizontes y lo estaba consiguiendo. Fuimos manejando todo el camino hasta Berkeley. Al llegar a San Francisco, aparcamos en el distrito de Marina, para comer algo y descansar. Me quedé mirando hacía la bahía y pensé en todo lo que viviría a partir de ese momento.
El primer año, vivimos en una de las residencias que facilita el colegio. Al siguiente curso teníamos una habitación en una de las casas del campus. Yo trabajaba todos los días para ir pagando poco a poco el colegio y ahorrar para el futuro.
La primera vez que le vi, llegaba de la compra con un montón de bolsas. En la casa todos teníamos una tarea, él se ocupaba de la cocina y de que hubiera comida en la nevera. Me puse a ayudarlo y hablamos. Era de familia argentina y tenía un nombre alemán. Él se graduaba ese año y su novia también. En cuanto supe que estaba con alguien guardé las distancias, no quería estropear nada, no soy así. Se enteró de que me gustaba, porque él es así, lo sabe siempre todo, y un día cualquiera llamó a la puerta de mi habitación; yo estaba hablando con mi hermana gemela.
-¿Cuál de las dos es María?
-Yo, ¿qué pasa?
-¿Te vienes a dar un paseo conmigo?
- ¿Dónde está Gina?
Gina era su novia, unos meses antes habían estado peleando en la cocina.
-No lo sé, ¿vienes?
Desde aquel paseo, todo empezó. Al año siguiente yo me iba a Francia y él empezó a trabajar en una ciudad un poco más al sur de San Francisco, pensé que era el final de nuestros paseos. Pero a los cuatro meses se presentó en Burdeos con su maleta y ganas de recorrer Europa conmigo. Rentamos un carro y fuimos a Italia, al sur de Francia y a Suiza. Estuvimos en sitios maravillosos y empecé a darme cuenta de que quería pasar toda mi vida así, juntos. Cuando me gradué nos mudamos a Saratoga y estuvimos viviendo allí unos años. Después, nos instalamos en el distrito de Marina, desde donde yo diez años antes observaba la ciudad de Berkeley preguntándome qué sería de mi vida.
Hoy, veinticuatro años después, miro a mis tres hijas y pienso que hice bien en querer abrir mis horizontes, en darle a la vida otra vuelta, en atreverme a vivir. No puedo estar más agradecida por aquel primer paseo, por aquellos primeros meses en Berkeley, por los viajes que hemos podido hacer juntos, por todo lo que nos queda por vivir.
A una muy buena amiga.
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