Es verdad que los días sin ella no son lo mismo. A veces siento la necesidad de coger el móvil y marcar su número, pero gracias a Dios, me resisto. Es verdad que las calles de Berna no son las mismas sin su risa, sin sus bromas, sin los comentarios que solía hacer de todo. Es verdad que ella siempre estaba ahí, para mí, como nunca nadie había estado. Cada vez que me hago un sándwich recuerdo sus macarrones boloñesa y se me hace un nudo en el estómago. Teníamos una vida juntos, teníamos todos los ingredientes pero yo me pasé de tiempo en el horno y se nos quemó el bizcocho. Es verdad que la quiero, y sé que ella también. Es verdad que la verdad da paz, como la que nos inundó aquella tarde en Madrid. Es verdad que ahora las mañanas no tienen el mismo sentido y que por la noche no tengo con quién hablar. Pero todo está mejor así, o por lo menos es lo que necesito creer, que todo está bien así. Ella ya no era la misma, por todo lo que había pasado.
La verdad es que ahora sé que es feliz.
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