Hacía veinticinco años que no te veía. Te habías cortado el pelo y ya no te pintabas las uñas de rojo. La sala estaba llena de viejos recuerdos pero al verte allí me envolvió el aroma de muchas tardes de película y chocolate, de batidos y canciones. Vi a mi amiga y sonreí. Quería contártelo todo, desde París hasta mi querido Melbourne.
Y empezaste a contarme que jamás abandonaste Denver, que llevabas la sección de niños en la biblioteca estatal y que tenías dos hijas, Amanda y Kimberly. Conociste a tu marido en una fiesta de fin de año y os casasteis después de tener a la mayor que ahora cumplía quince años. Parecías feliz, pero yo conocía todos y cada uno de tus sueños.
Decías que tendrías una tienda vintage en Candem Town y saldrías en las revistas. Que un día en el metro de París te cruzarías sin querer con un argentino que luego sería tu marido y que Zac, Jill y Holy eran los nombres que llevarían tres de los muchísimos niños que ibas a tener. Yo conocía a la Megan soñadora y risueña. Conocí a la melena rubia que pasaba de los silbidos en el pasillo del comedor, tú te merecías algo más que un jugador de fútbol guapo y simpático. No veía a la bibliotecaria de la Colorado State Library. Yo veía a mi Megan...
- Y tú Grace, ¿qué ha sido de ti?
- Todo me va muy bien, muy bien...
No hay comentarios:
Publicar un comentario