La vió por primera vez en Roma, mientras aliñaba una ensalada de gulas y remolacha. Se reía con un par de amigas en la mesa número 8. Empezó a batir la mostaza, con el vinagre y las tres piedrecitas de sal gorda que siempre le echaba Fiorenzo. Levantó la vista y ella seguía riéndose, se tapaba la boca con la servilleta, estaba guapísima. Cortó un poco más la remolacha y dejó que soltara su dulce jugo por el cuenco. Micaela se acercó a la mesa 8 y anotó lo que las tres bellas señoritas querían tomar. Mosé le pidió que fuera terminando y él se fijó en sus piernas. Llevaba unas sandalias de tacón, como de piel pero con unos calcetines gordos, grises. Le dió la ensalada a Mosé con las gulas recién sacadas de la sartén. Puso a precalentar el horno a 180º y salió de la cocina, directo hacia la mesa 8.
- Mi scusi, io vengo dalla chef. Volete sapere come si chiama.
-Cosima, ma come?
- Perché io non lo sapevo, il mio nome Lazzaro, sono lo chef.
Más rojo que un gazpacho que lleva demasiado tomate corrió a la cocina, se quitó el delantal, cogió tres o cuatro patatas, un cuchillo y salió a pelarlas mientras pensaba qué le diría después. Ya había tenido esos 20 segundos de coraje de los hablan algunos.
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