23 de Octubre. 2005 Roma. Estaba sentado en la escalera de la via San Francesco. Calada tras calada iba vaciando la ira de mi corazón, no lo había conseguido. Mis fotos no estaban mal. No herían a nadie, era gente pobre. Quizá denunciaba la ceguera de esta sociedad que no se fija en lo que realmente importa que es lo ajeno a uno mismo. Los que importan son ellos, aquellos que no tienen a nadie... La cámara dispara pero no mata, inmortaliza. Y lo inmortal persiste en la mente de un hombre hasta que muere.
Subía la escalera corriendo una chica vestida de rojo, un rojo intenso que chocaba con el color ocre de las escaleras, Flash! Se le cayó un papelito: Bocca de la Veritá, 17.30 - Elisabetta. Via Condotti - Lara. Via Giovanni - Luigi. Nombres, lugares y una hora. Aquello era importante pero cuando me levanté para devolverselo estaba ya muy lejos. Corrí calle abajo hasta el metro Colosseo.
- Escusse..
- ¿Si?
- Se le ha caido esto..
Entonces se giró, era... era ella. Tenía una foto de esa mujer leyendo en la Piazza della Rotonda, si, era ella.
- Grazie mille!
- Por curiosidad, ¿qué es?
- Son... sabe... es gente que no tiene nadie y vive en la calle, les reparto la cena al salir del trabajo...
- No me lo creo...
- Pues es cierto y si me considera una loca... mire dejeme en paz!
- No quiero decir... yo, yo soy fotógrafo lo que hago es retratar a los pobres de las esquinas y intentar que las revistas me compren las fotos para concienciar a la gente de que son esas personas las que necesitan nuestra ayuda y no los uniformes de los carabinieris ni los indios de la Piazza di Spagna... no sé si me entiende.
- Mi chiamo Grazia.
- Yo Paolo, encantado.
Coincidimos una tarde en la Piazza della Rotonda, yo la conocía y ella a mí pero todavía no nos habíamos presentado. Fotos y bocadillos unieron dos vidas entregadas a una causa, vaciar Roma de pobreza.
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