Me levanto
muchas veces con ganas de té y no café, pero irremediablemente termino tomando
un descafeinado con galletas. Esas contradicciones hacen de mi vida un
sinsentido quizá, pero es lo que soy, una tea person que toma descafeinado. Hay días que querría coger el bus pero como sé que tarda más, termino
leyendo cualquier cosa en el metro. Y lo mismo pasa con
mi trabajo. Siempre quise ser fotógrafa pero soy diseñadora de páginas web.
Diseño los sitios online de otros fotógrafos y con el pago del alquiler, el
abono y la comida, se me va el mísero sueldo y nunca tengo para comprarme una
cámara de verdad.
Hoy en cambio
he desayunado Earl Grey con cereales y he esperado 10 minutos el bus. He
llegado al despacho de mi jefe y le he dicho que dejo el trabajo. No ha
parecido escandalizarse, lo que me ha ofendido bastante, dado la de horas que
he perdido editando páginas mediocres haciéndolas parecer geniales sin conseguir siquiera que él se aprenda mi nombre...
Acto seguido he llamado a mi madre para decirle que hoy iba a comer a su casa
pero que llevaba yo la comida, tenemos que celebrar esto. No se crean que se me
ha ido la cabeza. Ayer, volviendo aburrida del trabajo, se me ocurrió la brillante idea de mirar el mail y vi que una empresa de
diseño de Ámsterdam me proponía dirigir un proyecto nuevo con ellos. Les envié
mi currículum hace seis meses para colaborar en otro proyecto, ¡pero no dirigirlo! Voy a viajar por fin después de tres años de esclavismo, de ahorros sin un fin
concreto, de mañanas de café descafeinado y de paseos por el metro de Madrid.
Voy a conocer Ámsterdam y voy a empezar algo nuevo, (además, me han dicho que me
proporcionan una Canon).
A veces hay que lanzarse a la piscina, subirse al bus, invitar a comer a tu madre, tomar té y decirle a tu jefe que se vaya a la mierda.
A veces hay que lanzarse a la piscina, subirse al bus, invitar a comer a tu madre, tomar té y decirle a tu jefe que se vaya a la mierda.
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