Fueron muchos meses, un par de años. Todo son recuerdos, y mi memoria sigue siendo tan buena como cuando nos conocimos y me preguntabas las listas de vocabulario en portugués. Me acuerdo de todo.
- Está bien, dime tres defectos tuyos.
-Ahm... la curiosidad mató al gato Miriam, no quieras saberlos.
- Por favor, dime en tres palabras qué es lo que más odias de ti.
- Hablo mucho más de lo que querría porque me siento en la obligación de llenar los silencios vacíos en una conversación, y acabo diciendo chorradas.
- ¿En serio? Yo cuando estoy muy nerviosa hablo demasiado...
-Llevas muy callada toda la noche, me alegra saber que estás a gusto conmigo.
- Jaja, no seas flipado. No he hablado mucho porque... pues en realidad no lo sé. Supongo que porque hablabas tú.
- Dime, ¿qué es lo que más odias de ti?
-Ya sabes que también hablo de más cuando me pongo nerviosa.
-Bueno, pero eso es solo una cosa.
- No quiero...
-Está bien, en realidad no hay prisa, tengo toda la vida para descubrirlo.
-¿Toda la vida?
-Eso he dicho.
No quisimos cumplir ese toda la vida, pero llegaste a tener todo mi corazón en tus manos. Aquella primera noche juntos, cantando y hablando de lo más secreto de nosotros, de las últimas vacaciones que habías pasado en Brasil y de la de tonterías que habías hecho. Yo en mi cabeza iba perdonándotelo todo, porque estaba ciega, feliz y borracha de ideas de un futuro maravilloso. El otro día en una peli, decían que cuando algo es demasiado bonito para ser cierto es que no lo es. Yo no quiero creérmelo, pero en nuestro caso era así. Es como esa otra canción. Sentíamos que nuestras fotos parecían en color mientras el mundo daba vueltas en blanco y negro. Pero no pudo ser, éramos un error en el guion, demasiados puntos suspensivos. Demasiadas alegrías al mismo tiempo. Cuando hay dificultades, el amor se pone a prueba y el nuestro no pudo continuar. Seguimos hablando de más. Yo sigo acordándome de todo y tú queriendo encontrar la felicidad; como todos.
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