El tiempo se lo come todo. Deja pasar las horas sin pararse a mirar. No se piensa ni un momento qué es lo que viene después. Nunca lo habría pensado así. Me imaginé al tiempo sentado en su sillón de agujas rotas, con la alarma en la mano. Nos avisaba de que ya era tarde. Habíamos dejado pasar las horas como él, sin darnos cuenta. Los momentos se deslizaban entre nuestros dedos y ni cerrando las manos conseguimos pararlo todo. No, ya era demasiado tarde. Éramos viejos para enamorarnos de nuevo. Nos limitamos a ser medianamente románticos, con un beso por las mañanas, un desayuno juntos en cualquier café y las bromas que no dejaste de hacerme durante toda tu vida. Me imaginé al tiempo llorando por tu pérdida. Te habían cortado la trama, ya estabas a miles de segundos de mí, ya eras parte de la historia. Tu cara se borraba de los álbumes de fotos al igual que las lágrimas desaparecían tímidamente entre mis arrugas.
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