Me he levantado un poco tarde, así que he pensado que podría oír su programa en directo y no tener que buscarlo más tarde. Pongo la radio y ahí está su voz: constante y melódica, hablando de nuestra gran ciudad. Cómo lamento que sea tan grande, si viviese en un pequeño pueblo la podría ver todos los días, pero viviendo aquí ni siquiera la conozco, solo conozco su voz, su risa... Me gustaría poder soltar entre noticia y noticia: Bárbara Elliot, te quiero. Pero eso solo ocurre en las películas, donde el protagonista es un tío afable, simpático y atractivo. En las que ella se derrite cada vez que le ve en el telediario de las tres.
Llego siempre agotada a casa y hoy más, porque como mañana no trabaja nadie, he tenido que grabar programa doble. Me pongo a hacer unos espaguetis y miro de pasada el reloj. ¡Las tres y diez!, ¡Me estoy perdiendo al hombre de mi vida en la tele! Me doy con la banqueta en el dedo meñique, cojo el mando medio llorando de dolor, pero en cuanto le veo, contándonos los horrores de Vietnam, se me pasa todo. Si me atreviese a soltarle al micro: lo que más me gusta de NY es llegar a mi casa cansada de trabajar, encender la tele y verte a ti Tom. No sabes la tranquilidad que transmites, aunque estés relatando los peores sucesos del día. Pero eso no lo puedo hacer. Además, ¿para qué? Si él no lo oye nunca, a esa hora debe estar entrando en el estudio.
(al día siguiente)
Casi pierdo el bus. Hoy todo Nueva York está en la calle. Yo he decidido ir a ver a mi hermana que vive en Manhattan, pero antes voy a comprarle unas flores.
De repente oigo su voz, es ella, estoy seguro. Me giro, pero como el autobús está lleno de gente no veo más allá de dos señores que devoran una hamburguesa delante de mí. Avanzo un poco y la busco.
He quedado con Abi a dos manzanas de mi casa. Como me daba pereza andar con el calor que hace, he cogido el autobús. Está lleno, pero he conseguido sentarme. Llamo a Abi para decirle que a lo mejor tardo un poco.
¡No puede ser! ¡Es Tom! Está como buscando a alguien; Abi grita detrás del teléfono "sí, sí, Abi ya llego, espera". Dios mío, me está mirando a mí.
La encontré, me acerco a ella, se le cae el teléfono, se lo cojo.
- ¿Bárbara Elliot?
- Mmmm... Sí, ¿Tom?
¡Dios mío! Qué imbécil. ¿Tom? No me sale su apellido. Ya lo tengo tan asumido que no le llamo nunca por su apellido. Me coge la mano y me devuelve el móvil.
-Sí
-Sí
- Gracias.
- De nada.
* * *
-¡Buenos días Nueva York! ...
¡Mierda! Me suena el me móvil. Siempre lo apago cuando estamos grabando. Cómo no, es Tom.
Luego le llamo.
Luego le llamo.
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