lunes, 8 de noviembre de 2010

Italia con amore



-Lidia, que no me muera sin conocer Italia, hazme el favor.
La primera vez que me dijo eso, cogimos la Vespa y nos fuimos a Italia. Roma, Venecia, Milán, Florencia. Nos gustó tanto que nos casamos allí en una pequeña iglesia de Sicilia. Nos compramos una casita a la orilla del mar. Éramos felices, el sol salía y bañarse en el mar siempre apetecía. A los dos años nos compremos unas bicicletas, la de Pedro tenía una sillita donde llevábamos a Sofía.
Celebramos el primer cumpleaños de Elena en la playa. Ya conocíamos a más gente. En la comunión de Sofía, Rafael no dejó de chillar: ¡ay! Sophia Sophia sera nostra fantasia... Éramos felices. Cuando Sofía iba a empezar la universidad nos mudamos a Roma. Arquitectura. La nostra casa in cima al mondo, Miguel nació allí. Elena quería conocer Madrid le gustó y allí se quedó trabajando en un colegio, era profesora de italiano. Sofía siempre vivió cerca de su querida Sicilia, era la que más había vivido allí, diecisiete años, ricorda…
Rafael y Miguel eran puros italianos, como yo siempre había querido. Pedro quería que fueran pintor y escultor y que sus nombres fueran recordados siempre, siempre tan soñador. Rafael trabaja para la embajada en Praga y Miguel vive en Roma, es policía. Somos y éramos felices.
Aun así habiéndose recorrido Italia entera me sigue diciendo desde la cama:
- Lidia que no me muera sin conocer Italia, hazme el favor.
Hoy se ha despertado de buen humor pero no se mueve de la cama.
- Lidia, ven.
- Dime amor mío.
- Dime los nombres de tus hijos, despacio.
- Sofía, Elena, Rafael y Miguel.
- Me gustan. Y en sus caras son más bonitos todavía- me dijo sonriendo con aire melancólico-cómo se reía Elena al ver saltar las olas en Sicilia, sólo tenía cinco años. Sofía siempre me hacía unos dibujos preciosos, y nunca se creyó que su Sicilia fuera una isla, le daba miedo, ¿te acuerdas?
Yo no dejaba de llorar se me saltaban las lágrimas solo de recordar cómo me dijo que me casara con él, ese hombre que evocaba con admiración a mis hijos, nuestros hijos.
- Rafael está muy lejos, en Praga. Mi niño, mi soldadito de plomo. Y ahora Miguel es policía en Roma, la eterna Roma. Lidia, vida mía. Menos mal que he conocido Italia, contigo, ahora me puedo morir. Qué pena que no estemos en Venecia, sino quedaría mejor. Muerte en Venecia.
Se tumbó y empezó a cantar suavemente.
- Questa piccolosima serenata….el enamorato a la enamorata…le susurrera…le susurrera…
Sonrió, me soltó para siempre la mano. Una lacrima sul viso…

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