viernes, 12 de abril de 2019

Restless heart

Dicen que las vistas desde el Matterhorn son inolvidables. Es como una filmina que se queda grabada en el subconsciente, como aquella canción que nunca se te va de la cabeza. Es quizá eso lo que me lleva a la montaña; coronar la cima e inscribir esa fotografía en mi memoria. Durante todos los viajes que hace mi cabeza, con todas las voces que se aglomeran en mis silencios, es en la montaña el único lugar que me permite estar en calma; yo solo con mi realidad. A veces, durante la travesía, aparecen mis personajes y cuesta que se vayan. En cierto modo es un verdadero fastidio, siempre lo he dicho, pero hay que procurar no ponerse pesimista. Si mi madre viera todo lo que me ha llegado a pasar, jamás lo creería. Me he dedicado a seguir caminando, allí donde me llevaran mis pasos, sin tener a nadie con quién encontrarme en realidad. Pero me olvidé de que nunca hay que fiarse de un loco como yo y me han llevado demasiado lejos. Mis hermanas no ganan para disgustos y que no les quedan ya oraciones que ofrecer por mí. Hace años que no voy a Madrid y ya hace mucho frío en Cracovia. 

Creo que voy a darme unas vacaciones para recorrer los picos catalanes y recordar las alturas que vi en su día, quizá es solo un capricho para renovar la memoria que tengo de ellos, luego volveré a Cracovia. En cuanto consiga callar las voces que conviven conmigo, necesito el silencio de la montaña para pensar con claridad. 

Prometo estar pronto de vuelta. 

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