Tengo la sensación de no encajar, de no poder permanecer demasiado en un lugar porque no pertenezco a él. Sé que me queda camino por recorrer y a la vez entiendo que todavía no he encontrado mi camino. No es que no sueñe con algo, que no tenga aspiraciones, que las tengo; sino que pienso que en algún lugar está al que yo pertenezco. Querría escapar en un avión para encontrarme con ese lugar. Me gustaría descubrir los ojos en los que me encuentre, los ojos que me den el sí a los sueños que podamos compartir. Quizá debería haber nacido en otro momento. Tengo la sensación de que hago doscientas cosas sin hacer siquiera una que corresponda a lo que hace latir mi corazón. Veo a mi alrededor a mis amigas que se casan, que se mudan a otros países y yo sigo anclada en Madrid. Fumándome las horas libres, dando mi tiempo a cualquiera que necesite mi ayuda, quizá de manera egoísta por llenar mi horario, por mantenerme ocupada sin llegar a hacer algo realmente. Querría escapar hacia lugares a los que nunca he ido. Querría tener un alguien a quien contarle todo esto, querría tener un acompañante en mi camino. Siento que lo mío es un camino a la perdición, llegaré a los 30 sin saber a qué sabe una noche a solas con el amor de mi vida. Todo esto suena muy suicida, y seguro que ninguna de mis amigas se lo cree si les digo que es cómo me siento casi todos los días. Menos los cumpleaños de mis hermanos, y mi abuela, el resto de días me siento fuera de lugar, me siento un lugar en mí misma, aislada. Sola. Perdida. Sé que el cielo es largo, y los aviones van cada vez más rápido, sé que llegaré a mí destino, quizá no a los 31 que cumplo en agosto, sino a los 45 que cumpliré algún día. Solo sé que existe ese lugar, en el que yo, empezaré a ser, a vivir, a respirar los sueños que llevo planeando y parece que Madrid no cumple.
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