El sol se iba escondiendo poco a poco en la plaza y vestidos de verde esperábamos impacientes. Bailábamos y chillábamos emocionados. Al principio del día tú no eras nadie pero a las 19.30 de la tarde eras imprescindible. Qué estúpida obsesión. Saltos, palmas y gritos de Alegría. Tú a mi lado, con el sombrero de paja y la sonrisa pegada a la cara. Enciendes un pitillo y yo por el mero hecho de haberlo encendido y probado tú me sentí obligada a darle una calada, dos y tres. Poco a poco la musica iba subiendo de volumen, la gente se emocionaba más y las banderas eran de más y más colores. Aquella tarde es inolvidable, por lo menos para mi.
Sin embargo ahora ya es totalmente de noche y estoy sola en la plaza. Un mensaje cambia la orientación de los días pero la ausencia del mismo mata toda una vida.
Lo verdadero se plasma con belleza
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