Era lunes. Me senté frente a una marabunta de pecas, rizos y algún calcetín. Las niñas me sonreían y los niños me tiraban mocos. Intenté sentarme mentalmente al otro lado. Yo también me reía, sonreía y hacía bromitas. Poco a poco, a medida que fui creciendo, empecé a valorar las cuatro paredes que me habían guardado durante 17 años de mi vida. Los apuntes, los trabajos, el agobio, los profesores, los intercambios, las peleas, las palmeras de chocolate, las chicas, las fiestas...
- El profe se ha dormido..
- Jajajaja...¡tú qué pipa!
Me desperté como de un dulce sueño, feliz, medio colocado.
- Marcos, fuera de clase.
- ¿Pero yo que he hecho ahora?
- Nada, por eso qué más te da hacer nada aquí que fuera.
Era el profesor no podía tolerar las faltas de respeto. Yo me lo pasé bien encajado en aquel pupitre verde. Pero cada tiempo tiene su cosa. Y aquello enanos de Moria no acabarían conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario