Llegué a sentirme completamente muerta. Olvidé lo que era reírse a carcajadas y empecé a beber. Estaba sola y me sabía extraña. Aquella mañana además, tenía una reunión importante y no encontraba la minifalda negra que suelo ponerme para esas ocasiones. Me duché y recé para encontrarla. Mi whisky de anoche descansaba en el suelo y el cenicero estaba desbordado de colillas. Lo recogí todo y encontré la falda debajo de la cama. Me pinté los labios y, cigarrillo en mano, salí a perder otra vez el metro. En Nueva York, la vida transcurre entre esquinas y cruces de avenidas y, a las 9 de la mañana, todo huele a café y gasolina. Odio coger un taxi pero llegaba tarde así que no tenía elección.
No había desayunado nada y se me había olvidado la colonia. Me subí las medias en el asiento de atrás y me calcé unos tacones con los que solo podía andar cuando estaba borracha. Mis Jimmy Choo, siempre los llevaba para grandes ocasiones. Aquel día, conocería a uno de los clientes más importantes con los que había tratado mi empresa, y necesitaba hacer mi mejor trabajo porque desde hace meses perdíamos dinero por una operación que hice mal. Eran las 9.45 cuando entré en mi despacho y me dijeron que Mr. Nollan estaba en la sala de reuniones esperándome. Siempre está bien llegar un poco tarde por aparentar estar ocupadísima. Resultó que era Mr. Nollan quien de verdad estaba ocupado porque había mandando a su asistente. Así que le dije que necesitaba una reunión urgente con su jefe, porque no podía hablarlo más que con él. Pura estrategia. Acabé en uno de los mejores restaurantes de la ciudad enfrente de Scott Nollan, el tipo más humilde y genial que jamás había cenado conmigo.
-Siento que esto parezca una cita, pero era el único hueco que me quedaba.
- No se preocupe, lo que tengo que hablar con usted hará que deje de parecerlo.
- Tutéame, por favor.
- Está bien.
Creo que llegué a mi casa a eso de las 4 de la mañana, con solo una copa de vino encima y muchas ganas de tener más asuntos que hablar con Scott - Mr. Nollan. Conseguimos un contrato favorable con su empresa y empezaron a surgir un montón de problemas por los que Scott necesitaba cenar conmigo casi todos los días. Gracias a sus historias y a sus silencios, pude darme cuenta de que ni el whisky ni mis tranquilizantes podían darme la paz que él me transmitía con sus interesados ojos, o con lo muchísimo que le gustaba mi risa, con sus comentarios simples sobre la ropa que llevaba y lo mucho que le gustaba mi perfume. Hace tres años de aquella primera reunión, y mañana creo tendremos la última en la que reservaremos mesa como Mr. Nollan y Ms Beeler. Estoy deseando reservar mesa como Mr y Mrs Nollan. Espero que la reunión de mañana sea la definitiva, Scott dice que tiene un asunto muy grave que tratar conmigo...
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