Volvía a caminar sola... Volvía a no ver, aunque se pusiera las gafas, las lágrimas llenaban sus ojos y una sequía salvaje subía por su garganta. No sabía a dónde mirar y su único horizonte se encontraba a más de 3000 km. Nada tenía sentido y la energía se había agotado. No se veían más que las cenizas de una cerilla que intentaba a duras penas alumbrar una oscura noche de invierno.
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